Esta democracia nuestra está agotada. Se requiere una mejor creatividad para su reconstrucción, para su regeneración. Requerimos de una democracia donde la visibilidad triunfe de manera permanente sobre el poder oculto y donde ella no sea solo expresión de la participación de la ciudadanía, sino del necesario equilibrio que debe encerrar. La enorme maleza que hoy existe en su corpus a lo largo de todo su tejido, implica desbrozar de manera inaplazable e ineluctable el vacío de contenido que nos abate y nos acogota.

La realidad siempre resulta imperfecta, pero no se agota; en el ejercicio continuo de los seres humanos vamos logrando su perfección. Por eso, toda acción humana es histórica, es epocal. La democracia, como vida y como convivencia política, resulta un permanente ejercicio de construcción. Es en esa nueva construcción donde debemos descubrirnos con nuevos ojos, con nuevas miradas, a fin de que en esta nueva democracia que necesitamos, los valores primigenios que le dieron origen a su razón de ser: Libertad, Justicia y Fraternidad, se asimilen como parte de la vida cotidiana.

Como decía Robert Michels, “La democracia es un tesoro que nadie descubrirá jamás por la búsqueda deliberada; pero si continuamos nuestra búsqueda, al trabajar infatigablemente para descubrir lo indescubrible, realizaremos una obra que tendrá fértiles resultados en el sentido democrático”. En ese descubrir y redescubrir constante, como premisa conceptual de la democracia “modelo de regulación de la convivencia política de una sociedad concreta, que se manifiesta en una serie de valores, principios, normas, instituciones y actividades políticas”.

La democracia nuestra y con ella las elites políticas se conducen con valores que desdicen la génesis misma de su relación social y una democracia sin valores es una democracia sin sustancia, sin contenido, a la deriva, una democracia inerme “incapaz de generar los anticuerpos necesarios para responder a las amenazas y desafíos que se le presentan, e incapaz de regenerarse y adaptarse a las nuevas situaciones”. Una democracia anclada, esclerotizada, que camina por los caminos inciertos de intereses particulares, más allá de los intereses colectivos, societales. Una democracia que genera un poder legal-legitimado en sus orígenes, pero no en su ejercicio y en su eficacia y eficiencia.

Queremos más y mejor democracia. No esta democracia de exclusión desgarrante. Anhelamos una democracia de ciudadanía y no una democracia de la plutocracia; una democracia de transparencia de los distintos poderes del Estado; una democracia de rendición de cuentas; de un verdadero Estado de Derecho y donde la calidad de las instituciones sean las normas.

Actualmente existen 6 Indicadores Mundiales de Gobernanza, que constituyen los ingredientes claves para comprender la validez y pertinencia del ejercicio de una democracia sostenible que coadyuve al desarrollo armonioso de un país. Daniel Kauffman, Director de Gobernabilidad Global del Banco Mundial, lo esboza así:

1)      Voz y Rendición de Cuentas: Mide derechos humanos, políticos y civiles.

2)      Estabilidad política y ausencia de violencia: Mide la posibilidad de amenazas de violencia a, o cambios en el gobierno, incluyendo el terrorismo.

3)      Efectividad Gubernamental: Mide la competencia de la burocracia y la calidad de la prestación de servicios públicos.

4)      Calidad Regulatoria: Mide la incidencia de políticas hostiles al mercado.

5)      Estado de Derecho: Mide la calidad del cumplimiento de contratos, la policía y las Cortes, incluyendo la independencia judicial y la incidencia del crimen.

6)      Control de la Corrupción: Mide el abuso del poder público para el beneficio privado, incluyendo la corrupción menor y en gran escala (y la captura del Estado por las elites.)

La democracia, como estructura, como Sistema Político, para enfrentar los desafíos sociales tiene que renovarse, perfeccionarse, modernizarse, actualizarse; porque sus tareas, en la sociedad de la tecnología, son más complejas, más dinámicas, más emprendedoras. Por ello, ella no es solo método, sino que entraña inexcusablemente, irreductiblemente, fines.

El andamiaje estructural en que descansa nuestra democracia tiene que sufrir cambios. Reformas profundas en la cultura, en la internalización mental del concepto de poder y en la calidad de las instituciones; donde leyes y asunción de las mismas, no se constituyan, en un abismo y, en consecuencia, con la presencia de ciudadanos diferentes en un mismo territorio.

Veamos varios ejemplos en diferentes instancias y dimensiones del desconocimiento institucional y los valores:

a)      El caso de Minou Tavares Mirabal. Ella denuncia una violación en la Cámara de Diputados acerca del Artículo 85, Párrafo III, del Código P. Penal. El Pleno de la Cámara faculta a dos comisiones (Ética y Disciplina). Resulta que la Comisión de Disciplina solicita sancionar a la distinguida Diputada. El contenido de su denuncia, una flagrante violación que tiene que ver con lo ético-moral, con la base legal  de una Institución, no se ventila. ¡Ella, es después de todo, LA MALA!.

b)      En el 2005 mediante Resolución 116 el Consejo de la Seguridad Social, resolutó que las personas que al entrar en vigencia la Seguridad tuvieran 45 años recibirían todo su dinero al retirarse. 9 años después, LA SIPEN mediante resolución 136/14 dictamina una resolución contraria al Consejo. La jerarquía impide ese desaguisado.

c)      En el 2009, Miguel Vargas Maldonado fue juramentado como Presidente del PRD. Se le cumplía su mandato en el 2013. El mismo dijo que era en Febrero del 2014, a pesar de tener grabaciones y documentos que era en el 2013. Pasó Febrero del 2014 y se quedó como Presidente sin que ningún organismo partidario lo refrendara. Lo institucional debió ser poner un presidente provisional hasta tanto se hicieran nuevas elecciones.

d)      La Ley de Partidos Políticos desde el 1999 fue introducida al Congreso. 15 años dando vuelta en ese importante Órgano del Estado. En el 2012, frente a toda la sociedad: Danilo Medina, Leonel Fernández, Hipólito Mejia, Miguel Vargas, Max Puig, Eduardo Estrella; con la excepción de Guillermo Moreno, se comprometían a aprobar la referida ley en ese mismo año. Allí, en la PUCMM y de testigos: Agripino Núñez Collado, Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez y el excelente abogado Francisco Álvarez, en representación de Participación Ciudadana. ¡NADA! El Presidente del Senado acaba de acusar al Comité Político de su Partido PLD, por diferencias internas, de que esta importante norma no haya sido aprobada.

e)      La Junta Central Electoral, una institución de enorme importancia para la legitimidad en la renovación de las elites políticas, así como en el Registro Civil; todavía no tiene, a 4 años de la nueva constitución, su Ley Orgánica. El Congreso no ha promulgado, no ha conocido la ley orgánica que debe amparar a la Junta, a la luz del Capítulo II, DE LAS DISPOSICIONES TRANSITORIAS, la Séptima y Octava, dándose una inobservancia inaudita.

Como vemos, los valores y los principios, fines y objetivos para la democraticidad de un sistema político, no se dan en nuestra sociedad. Los indicadores de democraticidad son desconocidos en más de un 70% y la problemática de ineficiencia está ahí como una montaña que se refleja en que más de 1.6 millones de dominicanos pasan hambre y la desigualdad se hace cada día más ostensible, carcomiendo la necesaria cohesión social que debe de prevalecer en toda democracia sana.