Un dominicano, agrónomo de profesión pero devenido empresario exitoso en New Jersey, tenía algunos ahorros depositados en dólares en bancos de su país como parte de sus planes de tener una retaguardia. Hace pocas semanas, llegó a la conclusión de que su país no tenía futuro, retiró sus ahorros que ya andarían cerca de los 20 millones de pesos y los invirtió en los Estados Unidos en el sector inmobiliario. –No tengo nada que ir a buscar allá- me dijo hace poco con cierta amargura.
Un médico, con alrededor de 25 años de ejercicio y quien vive en la Florida preparaba paciente sus ahorros, se mantenía al tanto de los precios, seguía el acontecer político y planificaba su vejez y su retiro. Su cálculo era que combinando la venta de su vivienda con los ahorros en banco, podía, llegado el momento, regresar a vivir a su país, comprar su casa y vivir de los intereses de sus ahorros complementados con la mensualidad de la pensión del seguro social americano que le corresponde por los años que ha trabajado y pagado impuestos. Ya no cree que valga la pena. No le ve futuro ni salida a su país.
Otro profesional de la medicina, de mas avanzada edad, quien ha vivido en, al menos, una docena de ciudades de diferentes estados, siendo Texas el último de ellos, acaba de poner en venta la casa que había comprado en la República Dominicana y donde esperaba retirarse dentro de uno o dos años. –Lo hice con mucha pena- confiesa- pero no hay condiciones en ese país. No hay seguridad, no hay ley. No hay orden.
Finalmente y solo por no abrumar al lector, otros dos médicos de mucho prestigio y a quienes profesionalmente les ha ido bien por mas de 25 años han pospuesto su regreso y diferido sus planes de invertir en vivienda. Viven, actualmente, en el extremo norte de la Florida y, como saben que les quedan aun alrededor de unos diez años adicionales de ejercicio, no han querido precipitarse. Siguen viviendo como dominicanos pero ya no sueñan con regresar. Están, al menos transitoriamente, en ese limbo que precede al desconcierto y la desesperanza.
Todos los mencionados son casos reales. Son personas que tienen nombre, apellido y número de seguro social. No son producto de mi imaginación ni suposiciones. El caso de estas personas, cuyos nombres no he mencionado porque no les he pedido autorización expresa para hacerlo es un testimonio, una evidencia y una prueba –si hiciera falta- de donde estamos como país, de manera tal que: ¿A quien debemos creerle pues? ¿al señor Danilo Medina? El testimonio y las decisiones de estas personas son indicadores económicos, sociales y políticos infalibles. Lo demás es, como estoy harto de decirlo: ruido.