En los últimos días se ha estado hablando mucho sobre el tema de la prohibición en las leyes del matrimonio infantil. Y nos congratulamos por haber logrado, bajo la iniciativa del Diputado Nacional José Horacio Rodríguez, la eliminación de la EXCUSA que ofrecían las leyes para justificar el abuso hacia niñas menores de edad, que permitía, legalmente, el matrimonio de niñas o adolescentes menores de 18 años.

Esto con respecto al MATRIMONIO infantil. Pero se han visto declaraciones sobre el hecho de que jamás ha existido el matrimonio infantil. La justificación para estas afirmaciones viene del hecho de que el Código del Menor define como infantes a las personas hasta los 12 años y adolescentes hasta los 18. Imagino que el tema semántico debe ser satisfactorio para estas personas, cuando lo que está en juego es la violencia social hacia las mujeres que se trata de combatir con estas disposiciones. Violencia que lo que consigue es impedir el libre ejercicio de los derechos humanos y ciudadanos, porque lo que deben hacer los niños, niñas y adolescentes, OBLIGATORIAMENTE Y SIN EXCUSAS, hasta los 18 años, es ir a la escuela y estudiar, forjar un proyecto de vida que se les impide si se les crea el criterio de que su integridad personal no va más allá de cuidar una casa, a un marido y a los hijos.

Y viene muy bien a cuenta, porque en esta semana hemos conmemorado el 60 aniversario del asesinato de las Hermanas Mirabal, símbolo de la lucha política por la libertad, hecho y fecha que ha sido tomada para tomar en cuenta y valorizar la violencia hacia las mujeres que afecta profundamente la cultura de nuestra sociedad y que justifica, en una de sus formas más aberrantes, el matrimonio o la unión libre de niñas y adolescentes.

Con la prohibición del matrimonio infantil hemos dado un paso importante de avance. Haberle doblado el pulso a “diputados” que todavía discutían permitir que los hombres abusaran de niñas de 16 años ha sido un gran logro de la lucha ciudadana por una sociedad más justa. Pero todavía nos falta mucho. El matrimonio infantil es sólo UNA DE LAS FORMAS DE VIOLENCIA QUE SUFREN LAS MUJERES EN NUESTRA SOCIEDAD. Y ahí está el caso de los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas. O los ataques con ácido del diablo como forma de control sobre la vida de una mujer que ya pudo decir no a su situación de violencia, pero que la marca para siempre. No, la prohibición del matrimonio infantil no modificará de una día para otro la cultura de violencia hacia las mujeres que impida que las niñas y adolescentes sean negociadas por sus familias para otorgarlas en uniones libres, si eso satisface a algunos que aman la semántica. Pero es un primer paso en la labor de toda una sociedad que lucha por todo tipo de emancipación y RESPETO POR LOS DERECHOS CIUDADANOS.

Se han hecho y publicado estudios que reflejan que la violencia hacia las mujeres está normalizada en nuestra cultura. Uno de estos estudios, realizado por la organización internacional Plan Internacional, lo hace en las provincias de la región sur del país con resultados significativos sobre las formas de manifestación de la violencia en las familias, las escuelas, el ambiente comunitario. Estos estudios deben ser tomados como base para estudios a nivel nacional, así como para ampliar y profundizar en sus resultados, de manera que sean abordadas las razones en que se anida y se conforma la violencia, no sólo hacia las mujeres, sino en que se conforma en el entendimiento de las formas de relación entre las personas, entre los sexos, entre los niños y niñas, entre los padres, madres, hermanos, en el entorno familiar, escolar y comunitario, para que aprendamos de una vez por todas a vivir sin violencia y erradicar los feminicidios, cosa imposible de lograr mientras la familia sea, precisamente la que engendre la violencia que la destruye a ella misma.

En la preocupaciones y abordajes de los temas ambientales y ahora, sobre violencia intrafamiliar, estaremos, como siempre, al pie del cañón, en todo lo que sea necesario.