Yve, como le decía cariñosamente, a la Maestra de varias generaciones hicimos una mutual de compañerismo desde que supo recibirme en su regazo académico en su calidad de mi primera académica en la Facultad de Humanidades en clase de Educación con su encanto de discípula Hostosiana.

Al pasar los semestres nos encontramos en el Consejo Técnico, ella como Decano y yo como delegado estudiantil del FUSD. Ahí se galvanizo una relación política revolucionaria que continuo con los años en la Escuela Política del Partido que Yve dirigiera y un servidor como Sub-director, al amparo financiero del Presidente Antonio Guzmán. Por sus manos pasaron estudiantes, sindicalistas y dirigentes de la talla de Milton Ray G., Ramón Alburquerque, Jacinto de de los Santos y una cantera más.

Siempre produciendo con su pluma prolífica que se movía desde la hondura intelectua, el dominio de la cultura, hasta el dulce y depurado estilo irónico en el análisis político. No dejaba de leerla en su columna del matutino por la gracia que estiraba en sus argumentos e ideas críticas que sobrecogían a su ansiado lector.

Su postura ética siguió los pasos de la Moral Social de insigne maestro Hostos, a quien clamaba rehabilitar tal como lo emprendió cuando fungió de Secretaria de Educación, cargo que desempeño con ilustre sabiduría y filosofía Hostosiana, que hubo de traerle una polémica no deseada con la Iglesia a la que pertenecía por su creencia en Dios y que repetía gallardamente para no dejar dudas hasta el final de su vida; pero por un destino inescrutable de la historia se repitió con los parecidos parámetros De aquel entonces en la relación positivismo y creencia que sucedió al maestro Hostos. Ambos testimoniaron su firme creencia en Dios, que les negaron otros cegados por su dogmatismo.

En una tumultuosa vida académica, política, social y de escritora Ivelisse no cejo en sostener su ideales revolucionarios, no obstante venir de una familia envuelta en los compromisos de la Era Trujillista, y emprendió su propio vuelo en búsqueda de la sagrada libertad que permanentemente sacudió su pensamiento por la democracia. Una vez combatiendo en los pininos de la ADP, en otra tomando la rienda como Presidenta del histórico Partido Revolucionario Dominicano, situandose en ser la primera mujer en apoderarse de ese destino partidario con la valentía que exigían los tiempos balagueristas.

Posteriormente se aposentó en el Congreso en calidad de Diputada para con sus filipicas a la usanza romanas, desatar la conciencia nacional en pro de los derechos femeninos e incluso junto a su mentor político Jose Francisco Peñá Gómez, a quien citaba constantemente en sus conversaciones y discursos, luchar encarnecidamente por la cuota de la mujer dominicana, tanto en el Partido como en el Congreso Nacional.

Con ella compartí el honor del adoctrinamiento de los compañeros en los ideales y filosofía política del Socialismo Democrático, que trajera en su faldo de cambios sociales al estilo europeo Peña Gómez, bañado en la Socialdemocracia europea, con los acervos de la Internacional Socialista. Entonces, se convirtió doña Ivelisse en la promotora y guía de esa pujante doctrina, que adoptara su Partido a finales de la década de los 70s. Me impuso la tarea, de vuelta yo de un Seminario en Costa Rica en 1979, de redactar un Opúsculo sobre Socialismo Democrático, que luego enriqueció y otros reprodujeran para adaptación. Todos los cursos y talleres ofrecían el debido adoctrinamiento que ella exigía, consciente de la impostergable necesidad de adoptar una ideología que orientara a la dirección y el cuerpo base de la Organización Política.

La fiel discípula de Hostos, Juan Bosch, Johann Pestalozzi, Paulo Freire y Peña Gómez, se nos va, pero sus encarnados ideales, su enseñanza y su paradigma ético quedan como columna incólume desafiando los vientos huracanados de este revuelto Caribe, a que Ivelisse se refiriera con tanto amor en sus diversos trabajos culturales; esfuerzo que no pudo evitar su sempiterno asma y uso cotidiano de su aparatito para oxigenar su vía respiratoria, al que acudía usualmente en parangón con su fluir palabras del Socialismo Democrático. ¡Que en paz descanse!.