Cuando se dispara un haz de rayos X hacia un paciente para fines de diagnostico clínico, una gran proporción es absorbida por el cuerpo del paciente, otra fracción menor lo atraviesa limpiamente, y una última cantidad también lo atraviesa pero se desvía o dispersa respecto de su trayectoria inicial debido a “choques” o interacciones con los átomos y moléculas de las células que forman los tejidos blandos, los huesos y los fluidos corporales. En resumen, los rayos X pueden ser absorbidos, transmitidos o dispersados por el medio material. Eso mismo sucede con todas las demás radiaciones ionizantes, sean rayos X, rayos Gamma o partículas subatómicas como los electrones, protones, partículas alfa o partículas beta.
Al impactar sobre el cuerpo de un paciente, las radiaciones solo “ven” los constituyentes micro del material biológico, es decir, los átomos y las moléculas de las células.
Si la interacción (o choque) da lugar a una absorción completa de gran cantidad de rayos X dentro del paciente, como ocurriría durante una radiografía, fluoroscopia o tomografía, por ejemplo, entonces las células recibirían toda la energía que transportan los rayos. Esa absorción generalmente produce roturas o daños (reparables o irreparables) de moléculas claves para la funcionalidad y vida de la célula, como el ADN, por ejemplo. Los daños en el nivel microcelular, si afectan y matan grandes poblaciones de células, son las causas de los efectos que luego observamos en una parte o todo el cuerpo de la persona irradiada. Para entender los efectos generales de las radiaciones en las personas es necesario iniciar su estudio desde el nivel celular.
Dependiendo de la cantidad de energía absorbida, de los constituyentes celulares impactados, de si el impacto en el ADN fue letal o no y del tipo y cantidad de tejido involucrado – entre otros factores –, tendremos una probabilidad grande o pequeña de efecto significativo a corto o largo largo plazo sobre la salud de la persona irradiada. En radiografía, tomografía, fluoroscopía, mamografía, densitometría y en gammagrafía nuclear clínica, el paciente nunca recibe una cantidad de radiación que pueda producirle efectos apreciables en un corto plazo de días o meses. Si algún afecto aparece radiología clínica será en el largo plazo, luego de varios años, aunque siempre sería muy grave: muy probablemente cáncer o daños en sus descendientes. Sin embargo, se ha comprobado en la práctica mundial que la probabilidad de que aparezca un efecto grave a largo plazo debido a radiaciones aplicadas en estudios como los citados es extremadamente baja, tanto que universalmente dichos procedimientos se consideran casi inocuos si se realizan con apego a las normas y criterios establecidos y corroborados por la experiencia internacional en materia de seguridad radiológica.
Para medir consecuencias biológicas de las radiaciones, los físicos han definido la magnitud dosis de radiación y, además, han calculado los niveles de dosis (limites) que podrían ser aceptables sin riesgos importantes para la salud. Seguiremos.