Según el Banco Mundial, la época en que un trabajador permanecía en un empleo, o en una empresa, durante muchas décadas está desapareciendo. Ciertamente, los avances tecnológicos aplicados a la robótica y a la industria inteligente (4.0), aceleran los cambios en la calidad y la cantidad de la demanda de la fuerza de trabajo.
“La tecnología está cambiando las habilidades que buscan los empleadores. El ritmo de la innovación se seguirá acelerando, por lo que los trabajadores probablemente realizarán muchas actividades diferentes en el curso de sus carreras, obligándolos a seguir aprendiendo a lo largo de toda su vida”.
Hace unas semanas, el Banco Mundial dio a conocer su informe sobre el desarrollo Mundial 2019, esta vez titulado “La naturaleza cambiante del trabajo”. En el mismo advierte sobre el riesgo de que las innovaciones tecnológicas terminen acentuando la brecha existente entre las naciones en el aprovechamiento de la tecnología.
El análisis recalca que, “en los países en los que hoy se registra el menor nivel de inversión en capital humano, la fuerza laboral del futuro será entre un tercio y la mitad de productiva de lo que podría ser si las personas gozaran de plena salud y recibieran una educación de alta calidad”.
Los países en desarrollo tendrán que adoptar medidas rápidamente para asegurarse de que podrán competir en la economía del futuro. Recomienda a los gobiernos mayor inversión en el capital humano (educación, salud y protección social) para que los trabajadores desarrollen las habilidades que demanda el mercado laboral.
Concentración de la riqueza y mayor desigualdad social
Aunque el estudio se hace eco de los pronósticos sobre la destrucción masiva de fuentes de empleo debido a la generalización de la industria inteligente, los redactores reconocen que “la innovación y el progreso tecnológico han causado disrupción, pero han generado más prosperidad que la que han destruido”.
Estamos frente a un punto neurálgico por su repercusión económica, política y social en el futuro inmediato de la humanidad, ya que los cambios en el mercado laboral no sólo son cualitativos, sino también, cuantitativos. Desde el inicio de la primera revolución industrial, el tema ha suscitado grandes controversias y debates entre los expertos.
A diferencia de las revoluciones anteriores, las cuales no tuvieron un impacto generalizado en la contracción de la demanda laboral, esta vez, la robotización y la industria inteligente vienen acompañadas de una profundidad, velocidad y dimensión geográfica, exponencialmente mayor que todas las revoluciones anteriores.
Estos cambios impactarán negativamente a los actuales sistemas de seguridad social, ya que el desempleo tecnológico acentuará la informalidad y la pobreza. Además, contraerá los aportes a los planes de retiro, elevando los déficits y reduciendo el impacto financiero de la llamada “solidaridad generacional”.
Coincido plenamente con los críticos del informe, cuando afirman que, aunque se insiste en que la nueva revolución tecnológica brindará nuevas oportunidades que incrementarán la riqueza social, el estudio no profundiza en cómo se distribuirán sus resultados.
Ciertamente la nueva tecnología generará “más prosperidad que la que destruirá”, pero ello no niega que la misma acentúa, tanto la acumulación como la concentración de la riqueza mundial. La mejor demostración es que en la actualidad las 8 personas más ricas concentran más ingresos que 3,600 millones de pobres del mundo.
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