Lo que comúnmente llamamos “lenguaje” constituye una gama de prácticas variables, múltiples formas de expresión e inacabables esfuerzos por darle sentido a nuestra realidad.  El lenguaje, además de ser un maravilloso instrumento de comunicación, es un espejo que refleja, hasta cierto punto, lo que sucede en nuestro interior y lo que acontece y ha acontecido en nuestra sociedad.  Como tal, a todxs, especialista o no, nos incumbe lo que sucede, se hace y se dice en torno al idioma. 

En Córdoba, Argentina se acaba de celebrar un pomposo evento, el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE).  Esta edición del congreso se destacó por la zozobra mediática causada por el gesto polémico del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador de exigir al rey de España y al Papa pedir disculpas por los crímenes cometidos contra la humanidad transatlántica durante la Conquista.  Cada tres años CILE se vende como un esfuerzo de la Real Academia Española, sus filiales latinoamericanas y filipina, el Instituto Cervantes y el gobierno anfitrión por, uno, catalizar “el gran potencial del idioma español” como lengua global y, dos, perfilar la imagen del español como lengua pacificadora y unificadora de los diversos países hispanoparlantes.  Pero más que un congreso se trata de un evento en torno al cual la industria de la lengua española y su correspondiente sector de servicios inicia y cierra grandes negocios. 

En efecto, el idioma es también un recurso económico que implica la subordinación conflictiva del trabajo lingüístico al capital.  Una vez conceptualizado y operacionalizado como mercancía, lo lingüístico rinde beneficios a las instituciones y agentes mejor posicionados para su capitalización, explotación y monopolización.  Pensemos en lo que hacen y como acumulan capital financiero y simbólico los profesionales de la lengua (lxs comunicadorxs, escritorxs, y publicistas).  Pero también pensemos en quiénes son los que se benefician de la posición central que ocupa el Instituto Cervantes en la enseñanza del español y la acreditación de sus profesorxs por todo el mundo.  Tener conciencia de que el lenguaje está sujeto a la explotación capitalista nos acerca a comprender mejor la naturaleza problemática y política del lenguaje.

El concepto de la ideología lingüística, elaborado principalmente en la antropología norteamericana, nos ofrece una forma de entender el lenguaje como fenómeno político.  Las ideologías lingüísticas son un conjunto de creencias sobre el lenguaje articulado por lxs usuarixs como una racionalización o justificación de la estructura y uso del lenguaje.  O, como las define José del Valle (el lingüista hispano que más ha trabajado esta categoría en los contextos de Latinoamérica y España) las ideologías lingüísticas son sistemas de ideas que articulan nociones del lenguaje, el habla y la comunicación como formaciones culturales, políticas, o sociales específicas.  El concepto nos permite abarcar las ideas, las creencias, las actitudes, opiniones e intervenciones en torno a la naturaleza y uso del lenguaje y los recursos lingüísticos.

Algunos ejemplos básicos de ideologías lingüísticas son las siguientes creencias u opiniones típicas: “el francés es el idioma del amor;” “el inglés es la lengua global;” “si quieres ser libre, habla y escribe con propiedad y corrección;” “el bilingüismo hace a las personas más inteligentes;” y “las mujeres hablan más que los hombres.”  Que estos comentarios sean falsos o verdaderos no es la cuestión más relevante para lxs investigadorxs; lo importante es saber qué funciones desempeñan cada uno de estos ideologemas en el esfuerzo por configurar las conductas de lxs hablantes, en los determinados sistemas de organización social y luchas por el poder. 

La creencia de que “el inglés es la lengua global” se deriva de las acciones y pretensiones imperialistas de potencias mundiales anglófonas tales como Inglaterra y EEUU.  Si bien existe una relación entre la destreza lingüística, el capital simbólico del lenguaje, el éxito y la autonomía individual, también la corrección lingüística tiene más que ver con el problema de la normatividad o la imposición de las normas de conducta de unxs sobre otrxs.  La insistencia en las ventajas cognitivas del bilingüismo se relaciona con la lucha política de lxs defensorxs del bilingüismo por normalizar estas prácticas y frenar la discriminación contra las personas bilingües.

Las ideas sobre los fenómenos lingüísticos reflejan y forman parte de los procesos y las luchas sociales.  Y la aproximación ideológica-política a ellas es una de las formas de estudiar la intersección del lenguaje y la realidad social y de poner en evidencia los problemas vinculados a la variabilidad y políticas lingüísticas.  En Córdoba, al margen del VIII CILE, también se celebró el Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos, motivado por la convicción “de que el respeto a la variabilidad lingüística constituye un derecho humano inalienable.”