Como siempre que hacemos algo, no deja de estar condicionado por las circunstancias del entorno. Pero hoy nos encontramos bajo una influencia, y ejercemos influencia, muy positiva: estamos promoviendo la pertinencia del desarrollo de huertos caseros urbanos.
La propuesta a nivel mundial ha surgido debido a los problemas ambientales que enfrentamos con la producción de alimentos: disminución de la biodiversidad por el uso del suelo para la producción agrícola, contaminación y degradación de los suelos por el uso de pesticidas y fertilizantes químicos, daños a la salud por la ingesta de alimentos contaminados con agroquímicos, daños a la salud de las personas que trabajan la agricultura en la aplicación de dichos agroquímicos, uso excesivo del agua y su consecuente contaminación por agroquímicos.
Es por esto que muchos se han animado a establecer y aprovechar espacios urbanos para la siembra y cosecha de alimentos de ciclo corto cuya producción es factible en pequeños espacios y sin grandes requerimientos técnicos. Lo hacen en Canadá, en España, en Estados Unidos, en muchos países. Y ahora lo hacemos nosotros. Y es muy bueno, porque es una forma de darnos cuenta de que podemos disponer de qué hacer, sin que tengamos que esperar que otros lo hagan por nosotros, en este caso, agenciarnos nuestra propia alimentación. Una alimentación, por demás, saludable y sostenible.
Conozco casos en que la experiencia del establecimiento de un huerto casero urbano es gratificante y provechosa en muchos sentidos. Lo más importante, además, es que surge de la propuesta de la separación y clasificación de la basura, no me gusta ese nombre, así que la llamo residuos, y del aprovechamiento, especialmente, de los orgánicos, esto es, restos de cáscaras de frutas, verduras, vegetales para su conversión en composta, que servirá consecuentemente para producir el suelo nutritivo en que crecerán las plantas del huerto.
Este huerto se ha establecido en escasos 10 metros que tiene de jardinera utilizable un residencial, donde al principio la reacción de los vecinos es de molestia, debido a la idea de que las jardineras son para plantar flores y plantas ornamentales que adornen los pasillos. Pero al transcurrir del tiempo, pueden ocurrir cosas maravillosas e inimaginables, inimaginadas. Los vecinos pueden enterarse de primera mano sobre el daño a la salud de los herbicidas, cuando al aplicar en alguna planta que les moleste se enteren de los efectos al sistema nervioso y a la fertilidad humana de esas nocivas sustancias que ellos no conocían, y que, de aplicarlo en lugares cercanos a su vivienda, les puede afectar directamente.
Otra maravilla que ha ocurrido es que se han animado algunos vecinos a separar sus residuos y aportar para la compostera, ya sea del edificio, o de los vecinos promotores. Están maravillados de la eficiencia y alta productividad que provoca en las plantas el uso de la composta para desarrollar las plantas sembradas. Jengibre, cúrcuma, albahaca, ají, tomates cherry, pepinos, lechoza se siembran en este huerto casero, con varias cosechas aprovechadas y disfrutadas por los vecinos.
Más importante que el propio aprovechamiento, limitado en cierto sentido, si se quiere, del producto agrícola como tal, es el aprendizaje aportado en esta experiencia, y lo que me ha animado a compartirlo. Ha sido una maravillosa experiencia conocer de la solicitud de los vecinos de “eso que le echan” para mejorar una producción de otras personas en otros lugares, por lo evidente que resulta el beneficio de la composta en la sanidad y crecimiento de las plantas. También que los vecinos adquieran información sobre la alimentación saludable, los productos orgánicos, sobre el aprovechamiento de los residuos orgánicos y sus beneficios, por su propio interés, despertado por la visión de esa experiencia, con la cual no contaban. Los beneficios en materia de educación ambiental son cuantiosos.
Hemos sabido que el Ministerio de Agricultura y el Ministerio de la Mujer están promoviendo un programa de desarrollo huertos caseros urbanos. Aplaudimos estas iniciativas y esperamos que sean de mucho provecho para mucha gente, que se incluya la propuesta de la separación de los residuos y el aprovechamiento de los orgánicos para que Duquesa no se nos incendie de nuevo con el metano que vamos a disminuir. Hace falta ahora que el Ministerio de Educación se sume a la acción y que se implemente en las escuelas y colegios el establecimiento de huertos urbanos que mejoren la calidad de la educación de nuestros niños y jóvenes, especialmente en materia de educación ambiental, la cual es muy deficiente, cuando no completamente inexistente en el conocimiento de nuestros futuros ciudadanos.
Ahora hace falta que más y más residenciales se sumen a esta maravillosa experiencia y aprovechen los maravillosos beneficios de desarrollar un huerto urbano en casa. Hagámoslo!