Hoy, miles de personas continuaran la marcha iniciada el pasado 22 de enero contra el entramado corrupción e impunidad que corroe el alma nacional y que como país hace de nosotros una vergüenza en el plano internacional. Ese armazón no se limita al caso de los sobornos de la Odebrecht, es más amplio y constituye la base de sustentación y reproducción de la casi totalidad de la clase política dominicana. La toma de conciencia de la amplitud de ese entramado ha estimulado la diversificación y profundización de las demandas sociales que configuran una coyuntura política con posibilidad de ser determinante para el futuro político del país.   

En ese sentido, limitar la exigencia del fin de la corrupción y la impunidad a la judicialización del caso de los sobornos de Odebrecht, constituye un error político. El gobierno está obligado a sacrificar algunas piezas y mandarlas a sus tribunales para que sus jueces dicten una sentencia en gran medida pactada con las víctimas propiciatorias para tratar de cerrar el caso; puede a obtener un informe con más sombras que luces sobre el proceso de licitación y adjudicación del concurso del proyecto Punta Catalina de parte de la comisión “investigadora” y puede dar informaciones con iguales características sobre los últimos casos de corrupción salidos a flote para bajar la tensión. Para eso paga miles de millones de pesos a sus bocinas y escribidores.

Esas y otras medidas, podrían ser anunciadas por el Presidente el próximo 27 de febrero, consciente de que está envuelto en una crisis de dimensión internacional que les afecta irremediablemente y de la cual no puede dar el silencio como respuesta, como es su costumbre. El gobierno está compelido a dar explicaciones sobre varios temas por los cuales es interpelado, pero también el movimiento de protesta tiene ante sí un enorme reto de obligar al gobierno y su partido a dar explicaciones sobre sobre otros escándalos de corrupción y de llevar sus demandas más allá del caso Odebrecht, con el objetivo de arrancar de cuajo el árbol que cobija y nutre la estructura mafiosa/clientelar que nos desgobierna.

Las acciones de masas en las calles, cuando se mantienen en el tiempo suelen producir cambios esenciales en los sistemas y regímenes políticos, pero para ello deben combinarse de manera inteligente la espontaneidad, la organización y la dirección de esas acciones; además que estas se sostengan en una posición radical, vale decir, que identifique y vaya a la raíz del problema. Sólo así podrían estas acciones tener la imprescindible direccionalidad política que la mantengan en el tiempo para producir resultados tangibles que atesoren la subjetividad de la gente, evitando el cansancio inútil y la frustración colectiva para continuar la lucha.

El gobierno y el PLD están en la peor crisis que jamás hayan tenido, una crisis de gobernabilidad en cuyo manejo podrían conjugarse el factor internacional y el rebrote de las contradicciones internas de ese partido porque en los escándalos, Danilo como Leonel están involucrados prácticamente en partes iguales. En el tema de Punta Catalina, sobre todo en lo referido al uso del monto de los recursos del contrato, comienzan ya los rumores tendentes a establecer diferencias en términos de responsabilidades que tienen a favorecer a Danilo en detrimento de Leonel, pero lo esencial es que, si existieren diferencias entre ambos con relación al manejo doloso del expediente Odebrecht, estas son sólo de matices.

Lo más importante es que ambos están metidos ese y otros escándalos hasta el cogote, corresponsables ambos unas veces y uno absolutamente solo otras veces, como es el caso de Danilo en la utilización de los dineros de Odebrecht para fines reeleccionistas en la puja intrapartidaria por la candidatura dentro partido primero, y como candidato del partido después, siendo esta última circunstancia el lado más oscuro y vergonzoso de los sobornos de esa empresa, en cuanto significa una grosera violación del principio de la soberanía popular en términos de representación electoral y de intervención extranjera en la política doméstica de un país.

Son esos, partes de los tropos sucios de los escándalos de corrupción y eso, en primera instancia, le corresponde a la militancia de ese partido tratar de limpiarlos. En lo concerniente a la conducción de las actividades de masas en las calles contra la corrupción, la impunidad y la estructura mafiosa/clientelar peledeista y sus socios, saber conducirse unitaria y resueltamente en esta coyuntura política constituye el gran reto no solo de quienes hasta ahora dirigen las protestas que se continúan este 22 de febrero, sino de todos aquellos que deseamos un país mejor, sin dolo ni impunidad en la conducción de la cosa pública.