La crisis de los misiles soviéticos ubicados en Cuba, desencadenó el punto más caliente de la guerra fría, por su implicación abiertamente nuclear. En octubre de 1962 el mundo estuvo en vilo por el riesgo de que los rusos dispararan algún misil balístico provisto de cabeza nuclear, desde Cuba,  contra las costas de la Florida. La dificultad se zanjó entre el Presidente John F. Kennedy y el Premier Nikita Krushov, y la sangre no llegó al rio.

Ahora, por estas fechas vuelve a resurgir el fantasma del hongo nuclear, ya con situaciones geopolíticas más intrincadas, con más actores estratégicos en un mundo multipolar, con mayores y más fuertes intereses en pugna, en un mundo globalizado por la Internet, el neoliberalismo y el Capitalismo salvaje, con una China como primera economía del mundo y una Rusia reafirmando su liderazgo e influencia global de la mano de Wladimir Putin.

Wladimir  Putin en una retórica belicista y que está a la altura de las circunstancias, ha advertido a Estados Unidos y sus perros de presa de la OTAN, el riesgo de un eventual ataque a la antigua Rusia

En 1962, aunque estaba bosquejada la posibilidad, desde 1957, de la creación de la Unión Europea, el mundo estaba dividido entre dos ejes estratégicos y geopolíticos, envueltos en un manto de ideologías opuestas. Visiones del mundo distintas, distintos intereses, distintas formas de consumo y de acumulación de capital, en fin, un mundo completamente distinto al que vivimos, y hasta padecemos, en la era contemporánea.

China y Rusia, que estuvieron unidas por espacio de diez años en el bloque Sino soviético, de 1917 a 1927, cuando China se encerró a construir la China que hoy vemos, han vuelto a unirse por necesidad vital más que por afinidad ideológica. No les ha quedado de otra. El suministro de gas y el intercambio comercial, menos que el interés geoestratégico, los ha vuelto a juntar. Esa nueva entente implica dos de los mayores ejércitos del mundo, submarinos, portaviones, escudo antimisiles, satélites estratégicos, y una millonaria tropa de infantería, que, extrañamente, se encuentra rodeada, así como todo el sur Ruso, por la gran cantidad de bases militares de la OTAN, la mayoría de reciente construcción y avituallamiento, y la militarización completa, con arsenal nuclear incluso, del estratégico Puerto de Sebastopol.

Crimea, ha sido la manzana de la discordia, por su ubicación dentro de Ucrania y su tradición con un casi noventa por ciento de ciudadanos que se consideran a sí mismos como Rusos y que tienen un pasado histórico y hasta sentimental que los identifica con la madre Rusia. La OTAN  quiere integrar a Ucrania en sus filas lo que es una forma de debilitar a Rusia, con la vieja estrategia de Maquiavelo de Divide y vencerás, propuesta que ha sido rechazada por Alemania y Francia pero que es alentada por Estados Unidos desde los tiempos de Míster Busch hijo. Su eventual integración a la Alianza atlántica, aumentaría su poder militar y su fortaleza estratégica en todos los ámbitos, siendo además una especie de insulto al orgullo ruso.

Tras las puertas de la Catedral de San Basilio salió Alejandro el Grande, y fracasó con toda su grandeza, luego salió Napoleón Bonaparte y fue derrotado en Borodino en 1812 de manera aplastante; más tarde Adolfo Hitler salió tras la ansiada Moscú y también fue aplastado vergonzosamente, debilitado, lo que facilitó su derrota a manos de los aliados en el desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944 y las posteriores batallas, que lo obligaron a suicidarse en su bunker, el 30 de abril del año siguiente.

Wladimir  Putin en una retórica belicista y que está a la altura de las circunstancias, ha advertido a Estados Unidos y sus perros de presa de la OTAN, el riesgo de un eventual ataque a la antigua Rusia que vivió la grandeza de los Zares y lo que podría desencadenar una acción de tales proporciones en la paz mundial. En el mundo actual que vive inmerso en una extraña versión de paz violenta, el hongo nuclear de Hiroshima y Nagasaki, amenaza de nuevo.