Sin ninguna duda, la Embajada de los Estados Unidos en la República Dominicana es la más importante. Afirmación que puede defenderse por muchas razones. Pero basta una sola para considerar su importancia. Los Estados Unidos son el destino de los más de un millón de dominicanos y dominicanas que huyen asfixiados por el autoritarismo, la corrupción, la ausencia de oportunidades y el conservadurismo de la sociedad dominicana mediatizada por el clientelismo político y religioso. Sus remesas, son más impactantes en la vida de la población que los sueldos de miseria de la clase trabajadora.

Por esta razón, aunque es impropio discriminar contra cualquier persona humana por razones de género, independientemente de su estatus social y político, el presente rechazo de las jerarquías de la Iglesia Católica Romana (ICR) y de los evangélicos del CODUE al Embajador estadounidense James Brewster, Jr., es en extremo irracional, y más cuando se fundamenta en “valores” definidos por tribus semitas de hace más de tres milenios atribuidos a mensajes del más allá.

Cuando los Estados Unidos nombran sus embajadores, ninguna de las Iglesias se preocupa por conocer sus antecedentes ni su calificación para desempeñar sus funciones. Excepcionalmente lo hicieron con James Brewster por su inclinación sexual, un hombre que no vivió su homosexualidad bajo las sombras y el secreto, como lo exige la ICR de sus curas homosexuales.

James W. Brewster, embajador de los Estados Unidos en la República Dominicana

Brewster es un ejemplo de honestidad y fidelidad a la persona que ama, su actual esposo Robert Satawake, después de una larga relación de 25 años, como documenta Wikipedia. Además, James Brewster contó con el apoyo bipartidista del senado estadounidense que confirmó unánimemente su asignación el 14 de noviembre de 2013 y fue juramentado por el vicepresidente Joe Biden el 22 de noviembre. Esa misma noche contrajo matrimonio con su pareja de 25 años, un alto ejecutivo del sector de lujo inmobiliario.

El Embajador está doblemente calificado por su formación académica, su experiencia en Texas y Chicago en mercadeo, comunicación y administración de empresas y su lucha por la justicia en los Estados unidos. Por más de 30 años Brewster militó en la Campaña de Defensa de Derechos Humanos (HRC por sus siglas en inglés) y fue parte del Consejo Nacional de Directores.

Pero no es su calificación profesional lo que cuestionan las Iglesias Católica Romana y la Evangélica asociada al CODUE. Hipócritamente, estos “moralistas” son los mismos que no levantaron su voz para decirle al Vaticano que no enviara a Jozef Wesolowski, un Embajador pedófilo y abusador de niños, que evidentemente no inició sus actividades criminales después de los 60 años de edad como decano del cuerpo diplomático en la República Dominicana.

La hipocresía del Episcopado Dominicano no tiene límites cuando permitió que sus representantes y el mismo Cardenal negaran las actividades criminales del nuncio y lo sacaran del país, al mismo tiempo que permanecieron silenciosos cuando en una rueda de Prensa, el Cardenal se refirió a Brewster como “maricón”, y luego lo llamara la “esposa” que debería ocuparse de su marido en vez de mezclarse en asuntos sobre anticorrupción en República Dominicana y “promover la mariconería”.

La ausencia de argumentos válidos provoca una campaña de mentiras, en un país donde las creencias religiosas son enseñadas en las escuelas públicas como verdades absolutas, y donde la moral y cívica del maestro latinoamericano Eugenio Maria de Hostos se ha sustituido con mitos y creencias milenarias. No solo se miente y se calumnia a la persona del Embajador, sino que también se ha llevado a los Tribunales a ProFamilia, con la absurda acusación de que se pretende promover la actividad sexual temprana en los escolares.

En Puerto Rico, el CODUE perdió la batalla cuando fortaleció a los evangélicos de esa isla para evitar una educación transversal con perspectiva de género. No así en RD, donde cuentan con la alianza de la Iglesia Católica Romana, y unos políticos que compiten para cederle más a la Iglesia que lo cedido por Rafael Trujillo.

En República Dominicana, ambas iglesias, las del CODUE y la ICR están facultadas, por Ley, para enseñar sus dogmas homofóbicos y misóginos en las escuelas públicas. Para ello, citan la Biblia y la Constitución Dominicana, la cual incluye los artículos que el Vaticano busca incluir en todas las Constituciones de países pendejos de la America Latina, que aún no terminan su proceso de descolonización. Al mismo tiempo, los cambios positivos de más libertad individual, más igualdad de oportunidades y derechos, más tolerancia, mas felicidad y defensa de derechos humanos, los tildan de “intromisión extranjera”. Precisamente, cuando una iglesia está dirigida por el Vaticano, y la otra surge y tiene sus lazos en los Estados Unidos.

El principal argumento que tienen la ICR y el CODUE para justificar la homofobia que los une, es que Dios lo prohíbe. Lo dice la Biblia y la Biblia no se equivoca, es la voz de Dios.  Pero la gran mayoría de los que citan la Biblia no la conocen. Ignoran que muchos de sus textos existieron previamente y fueron escritos y circulados independientemente unos de los otros. Sus libros fueron escritos durante más de 600 años, y reflejan la situación socio-política de la época. Tienen formas literarias diferentes y aun los evangelios, fueron escritos por personas que nunca conocieron a Jesús.

Pero además, los autores bíblicos vivieron en una época pre-científica, y desconocían los hechos establecidos por las ciencias. El argumento de la iglesia Católica Romana ante la imposibilidad de negar las aberraciones bíblicas es que Dios no quiso dar lecciones de ciencia. Pero, si ese no fue su objetivo, ¿Por qué escogió falsificar los hechos? Estos son algunos de los ejemplos más citados por representar el paradigma de conocimiento mágico de la Antigüedad:

  • Dios creó el día y la noche y las plantas antes de crear el sol y la luna (Gen1:3-5, 11, 16).
  • Adán vivió 930 años; Seth, 912; Enosh, 905; etc. (Gen, 5).
  • Genealogías bíblicas determinan que el Universo fue creado hace unos 6,000 años. Las Ciencias físicas han determinado que el planeta Tierra se formó hace unos 4,600 millones de años y el modelo de expansión del universo se inició hace 13, 799 millones de años, con un intervalo de error de más o menos 0.021.
  • La diversidad de las lenguas fue producida por la ira divina. Dios castigó a los que construyeron la Torre de Babel cambiándoles los idiomas para que no se entendiesen entre sí. Anteriormente, solamente existía una sola lengua (Gen 11:7-9)
  • El sol y la luna se paralizan para que Joshua termine una batalla, (Josh. 10: 12-14).
  • Una gran variedad de desordenes sicológicos, neurológicos y físicos son atribuidos a demonios (1 Sam. 18:10, 11; Mateo 9:32-33, 12:12, 17:14-18; Actos, 5:16, entre otros).

Otro argumento utilizado por la ICR para preservar la noción de la revelación divina en la Biblia es afirmar que Dios habló en forma metafórica que erróneamente se entiende literalmente. Pero este argumento no explica nada. Por ejemplo, cuando una/un autor escribe una metáfora, es con el entendimiento de que quienes lean el texto comprenden que se trata de una forma literaria y los lectores no se equivocaran tomando la metáfora literalmente. Se pretende esconder  de que se trata más bien de una forma pre-científica de comprender el mundo, porque ese era el conocimiento que tenían los autores. Valerie Tarico, en su libro Trusting Doubt, toca este tema formulando la pregunta, ¿usaría metáforas un Dios omnisciente sabiendo que se interpretarían literalmente?

En resumen, no atribuyamos a Dios la homofobia y misoginia que los textos bíblicos revelan. Dejemos de crear dioses a nuestra imagen y semejanza. De hacerlo así, tendríamos que obedecer literalmente la Biblia en otros mandatos siniestros: Volver a imponer la esclavitud, apedrear a muerte a la mujer adultera, matar a los hijos desobedientes y a todos los prisioneros de guerra, tomar las niñas vírgenes como esclavas sexuales y renovar la Inquisición dejando la justicia en manos de la Iglesia.