Su partida ocurrió el 4 de septiembre de este triste año 2020 que nos está dejando tan desolados. Los medios de comunicación daban cuenta de su partida, de su reconocida trayectoria como médico cardiólogo y fundador de la Sociedad Dominicana de Cardiología. El Dr. Luis José Soto Martínez debía tener más de 60 años de ejercicio como médico.
Confieso que cuando supe la noticia sólo pensé, – Dr. Soto, seguro que ya encontró a papi por allá, y se han reunido a tertuliar de nuevo, cuéntele que nos vio adultos y del cariño que nos regaló-.
En este ambiente desolado de pandemia, con tanta gente sufriendo en nuestro país y el mundo, siento que es importante recordar la historia de una gran amistad y honrar la memoria de un hombre y médico bueno, el Dr. Luis José Soto Martínez, con el deseo de que su amistad logre contagiarnos de optimismo.
La dedicación incansable a sus pacientes mantuvo mantuvieron al Dr. Soto activo con edad avanzada, ofreciendo consulta como cardiólogo en el Centro de Medicina Avanzada Abel González. No obstante, lo que me inspira hoy es honrar su servicio a la salud de la gente lo mantuvieron por largo tiempo trabajando en el Hospital Padre Billini de la Zona Colonial de esta ciudad de Santo Domingo, en donde compartió su ejercicio como médico con mi padre por años.
Mi padre y el Dr. Soto eran inseparables, cómplices, fraternos. Sus tertulias eran largas y amenas, en casa de uno u otro. Recuerdo de niña haber visitado su casa con frecuencia, y disfrutar de juegos con sus dos hijos menores; los hijos mayores, nos llevaban algunos años, por lo que no eran compañeros de juego nuestros, pero no impidió que nos tomásemos cariño. Uno de ellos es la Dra. Lidia Soto, con quien mantenemos familiaridad, cariño y amistad.
El Hospital Padre Billini forma parte fundamental de la historia de la ciudad de Santo Domingo y de la medicina dominicana. En el mismo médicos y enfermeras se enfrentaban a las enfermedades de sus pacientes a diario con total precariedad, pero sin regatear a sus pacientes ni una gota de sacrificio.
En ese hospital el Dr. Soto Martínez, mi padre, y tantos médicos prestaron servicio a muchas personas de escasos recursos; el hospital fue sumamente respetado por décadas. Durante la Revolución de Abril de 1965, los médicos y enfermeras del Hospital Padre Billini salvaron las vidas de muchos revolucionarios. Antes de su cierre era el principal centro de diálisis para personas de escasos recursos en el país.
Al rememorar la amistad de dos médicos buenos, Luis José Soto y Papito Amiama, no puedo dejar de mencionar lo lamentable que resulta que el Hospital Padre Billini haya sido cerrado de un plumazo por algún burócrata, por supuestas fallas de estructura. Duele pensar que una edificación que encierra en sus muros señoriales, sus escalinatas y pasillos la historia de entrega a sus pacientes por parte de médicos de la talla del Dr. Luis José Soto, el Dr. Alfau Cambiaso, y mi propio padre, así como de los residentes, enfermeras y monjas, sea abandonado al olvido, dejando sin servicio a tanta gente.
Era tal el cariño del Dr. Soto Martínez por sus pacientes del Hospital Padre Billini, que le transfirió ese cariño a su hija, quien mantuvo su servicio en el hospital, hasta el día de su cierre.
Al escribir sobre el Dr. Soto, surge como manantial la referencia a esa amistad inextinguible entre el Dr. Soto y mi padre. Recuerdo su mirada dulce y húmeda al evocar a su gran amigo.
El Dr. Soto mantuvo su inigualable cabellera gris prácticamente intacta, al igual que su original e inesperado sentido del humor. Tanto su mirada, como su tono de voz era un remanso de alegría y calma. Era de corta estatura, y sonrisa fácil. Se deslizaba con su bata blanca por los pasillos del hospital o la clínica para brindar atención a todos sus pacientes.
Se le notaba que amaba servir como médico, pues evitó retirarse de la medicina mientras la salud se lo permitió, compartiendo el espacio de consulta en la clínica con su hija por largo tiempo. Sus pacientes le retribuyeron la entrega, y se mantuvieron fieles buscando un diagnóstico.
Su vida como persona y como médico, es un ejemplo de servicio, jovialidad, cariño familiar. Fue rica en experiencia y en dar a los pacientes lo mejor de su talento.
Desde que recibí la triste noticia, sentí que escribiría algo en su honor. Sin embargo, confieso que me tomó algo de tiempo. Tal vez porque su partida duele mucho a todos aquellos que recibimos su cariño, o quizás porque me obliga a evocar la partida de su amigo, mi padre.
El Dr. Soto escribió en el 1976 una elegía a mi padre, poco tiempo después de su partida, en la revista de la entonces Asociación Médica Dominicana. En ella habla de su gran cariño por mi padre, y de los valores que el Dr. Luis José Soto admiraba en su amigo; sin darse cuenta revelaba el carácter y hombría de bien del Dr. Soto Martínez: “Transcurría una noche cualquiera. El lugar era el Hospital Padre Billini; la hora dos de la madrugada. El médico de servicio penetra en la sala M-5, a la sazón en el rincón mas apartado del hospital. La enfermera de turno estaba en su primera noche de guardia se sorprende y le dice: “Doctor, no lo le mandé llamar.” El médico de servicio no era otro que Papito Amiama. La enfermera, novicia todavía, ignoraba que para el cumplimiento del deber no era necesario llamar al doctor Amiama.”
Por siempre en nuestros corazones Dr. Luis José Soto Martínez.