Nueva York.-Donald Trump y Hillary Clinton  son dos representantes vivientes de la decadencia política estadounidense.  Si Hillary es “lo mejor” de los demócratas liberales, eso trae un mensaje trágico, porque lleva 37 años gobernando, participando en todas nuestras grandes desgracias recientes.

En 1999 Bill Clinton, profundizando las desregulaciones de Ronald Reagan, desreguló la banca. Eso desató la crisis inmobiliaria y el colapso financiero del 2008. Todos sabíamos que George Bush mentía, que Sadham Hussein no tenía “armas de destrucción masiva”, también Hillary lo sabía, pero votó autorizando invadir a Irak.

Si Hillary es “lo nuevo” entre demócratas, todo se derrumbó, no queda nada de nada,  el grupo murió, lleva 37 años sin producir nuevos líderes.

Si el futuro es Hillary con 70 años, la edad de Reagan asumiendo la presidencia, no hay futuro.

Trump retrocede más, sigue orientaciones del más brillante, exitoso y calamitoso populista ultraderechista, Richard Nixon recomendó ser ultraderechista en las primarias, y huir al centro en las elecciones.

Trump huirá de la candidatura para salvar sus negocios.

Despierta fascinación porque la gente está hastiada de los políticos, sus mentiras y manipulaciones. Sueña con alguien que no sea político, que diga lo que piensa,  que diga la verdad simple y directa. Eso proyecta Trump, con seguridad y firmeza.

Su propuesta, que “America sea grande otra vez” resulta profundamente honesta y esperanzadora; “otra vez” admite la decadencia, pero ofrece esperanza.  Trump y su ego súper inflado, conectan con muchos egos blancos tan deprimidos como decadentes. Descartar sus posibilidades sería subestimar la estupidez de los pueblos, ese sería el peor error.

La mejor opción republicana viene del Nixon de 1969, y la demócrata es Hillary, como el Reagan del 80. Los partidos políticos suelen impulsar las sociedades al futuro, republicanos y demócratas proponen retroceder, esto no huele bien.