¿Qué es, en efecto, un cuerpo? Es una fuerza o palpitar que entre sudores y espanto buscamos descifrar. Es el contracanto de lo perdido, la posibilidad de reconocer el lugar de retorno, sin saberlo. Un cuerpo es la señal identificada. Y el toolkit para abordarle, es el poema. Ya sabemos que más que vate, el poeta es un contemplativo. Este carácter intelectual dota al bregador de la poesía con una mirada panorámica que, más allá de alumbrar el lenguaje, invita a comulgar junto al poeta en un vaivén entre los extremos de la emoción y la inteligencia. Es quizás por esto que Plinio Chahín nos acerca cantando “Contemplemos pues la obra del reposo / Exhausta en voluptuoso torbellino / Agotada en el racimo de la piel / De un tobillo sacrílego y celeste”. Aquí, bailando quedo junto al poeta, somos junto con él, testigos de un pie que se escapa de una sábana, provocando esa euforia que elude de sabias maneras la naturaleza exagerada de la mente. Disparada sale la figura del recuadro, se nos escapa de los dedos. El poeta recurre a la legitimidad del cuerpo que choca con el sonido, y pare una breve coreografía del instante. Dice el poeta “Porque Ella estaba en ti, oh movimiento / Andrógina drogada bailando entre fulgores / A través de la estructura altiva y desgarrante / De las cosas vacías / Con un palio de pus pintado sobre el seno”. Cambiamos entonces al terreno de la naturaleza muerta. Si el cuerpo escapa, pues entonces puede simbolizar la muerte. Es bueno poner de manifiesto tanto el deseo como lo putrefacto. He aquí la explicación metafórica de la presencia de la pus en el pecho adorado. Sigue Plinio: “¿Dónde retornar, entonces / La diferencia / La vacía otredad arrebatada / El instante y su agónico exterminio?” Es esta una poesía del deseo ya lo he dicho. Equivalencias que superan la paradoja; versos eficaces, acertados, unidos como una torre. Uno imagina, porque ese es el juego seductor del poeta, la curva de un rostro o un derriere hecho de mil haces de luz. Canta Chahín: “Allí solamente hay danza / Excitarse es enajenar la diferencia / Abolir las huellas / Corporizar el aquelarre de lo estoico”. ¿Qué triunfa en esta diatriba entre el deseo y la muerte? Me atrevo a decir que el placer (del cuerpo, del alma, de la lectura… que es una suerte de oración).
Lo pragmático crece en esta poesía desde el mismo suelo, que en ocasiones, por un fuelle elegante y caro, se vuelve cielo. Ascendemos con el poeta en un performance de arte acción en la que dejamos de ser Dédalos para soñarnos Ícaros con él, bailando hacia el sol “el baile inmóvil / Como un mantra agonizante / El pecho, el seno, la palma vacía allí / Disuelven el punto detenido / Centralizan el potro erguido de la perfección”.
*Chahín, Plinio. Hechizos de la hybris. Premio de Poesía Casa de Teatro 1998.