Do the right thing” es el título de una impactante película de 1989 de Spike Lee que, con sus colores estridentes y una banda sonora memorable alertó a los Estados Unidos de que a pesar de que las décadas de 1960 y 1970 representaron grandes avances en la integración de ese país, todavía a finales del siglo XX continuaban subyacentes muchas tensiones raciales.  Por simplificación argumental la tensión se atribuye al calor del verano y a un incidente menor que termina en una confrontación y el asesinato violento de un afroamericano a manos de fuerzas del orden que se suponen racistas.

Desde entonces se verificaron incidentes que le dieron una dimensión premonitoria a la visión de Spike Lee porque, entre otros eventos, fuimos testigos de los disturbios de Los Ángeles de 1992 y de las muertes cuestionables de muchos afroamericanos a manos de policías blancos, la más significativa de todos, la muerte de George Floyd. Y, aunque algunos de estos incidentes han sido ventilados en justicia, queda la preocupación de si todos los involucrados, especialmente las personas de más autoridad, hicieron lo correcto (“Haz lo correcto” es el título que se le dio a la película de Lee en América Latina.  En España esto se tradujo como “Haz lo que debas”).

El principito y el rey

Si estoy pensando en este tema ahora es en razón de los acontecimientos sucedidos desde el 7 de noviembre cuando, como es habitual, los principales servicios de comunicación ofrecieron sus declaraciones sobre quién sería el ganador de las elecciones presidenciales de los EEUU. En República Dominicana esta información la ofrece la Junta Central Electoral. Pero los EEUU, al funcionar bajo un esquema federado y con votos indirectos, la declaración gubernamental de un vencedor se realiza a mitad de diciembre, después que los electores siguen el mandato de las personas a quienes representan (lo que en inglés se llama su “constituency”), por lo que las estimaciones en razón de la suma de los resultados de los estados la realizan desde antes los servicios de información pública, las agencias periodísticas y los medios de comunicación.

Desde el pasado 7 de noviembre, el presidente Trump empezó a buscar todas las maneras posibles de adecuar la realidad a sus sentimientos y se ha mantenido firme en decir que él ganó, contando con la ayuda de abogados que defiendan sus intereses. Algunos lo critican.  Yo pienso que es difícil dejar de ser el mandatario después de haber recibido más votos que ningún otro presidente en ejercicio y con más personas apoyando a uno que ningún otro elegido hasta el momento.  El problema es el porcentaje. En estas elecciones, polarizadas como estaban, votaron mucho más norteamericanos que nunca antes.  A favor o en contra del presidente en ejercicio, nunca se habían registrado tantos votos por ningún candidato.

El asunto es que “lo correcto” no es lo que a uno le gustaría, sino lo que se corresponde con la totalidad de las informaciones recabadas.  Y esto aplica no solo para los candidatos a la presidencia del país más poderoso en el momento actual, esto es verdad para todos (y de ahí la utilidad de aprender con el ejemplo que nos ofrecen los actores políticos).  Antoine de Saint Exupéry, en su celebérrimo libro “El principito” nos ofrece una enseñanza magnífica: “Los buenos gobernantes deben dar órdenes razonables”.  Trump ha tenido que circunscribirse a la realidad y, a pesar de continuar con sus batallas legales, permitir que haya una comisión de transición en ejercicio.  No es un ejercicio fácil y merece respeto por abordarlo. Todos podemos aprender de él y, aunque no nos guste una determinada circunstancia, actuar en consecuencia. Algunas veces, hacer lo correcto es inevitable.