La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) está  inmersa en un proceso pre eleccionario. Cada una de las corrientes presentes en la Asociación está desarrollando un  trabajo que puede catalogarse de pre campaña para la elección de los nuevos líderes. El liderazgo emergente tendrá sobre sus hombros la responsabilidad de refundar esta importante organización. No sabemos si los miembros de la ADP se dan cuenta de que esta organización tiene que ponerse a tono con los avances de las ciencias; y de las tecnologías de la información y de la comunicación. Han de vincularse, también, a las necesidades fundamentales de los actores del sistema educativo; y desde ahí han de dar un salto cualitativo para potenciar las relaciones con la sociedad.

Las relaciones y la empatía ADP-SOCIEDAD están afectadas, de tal modo, que la Asociación Dominicana de Profesores socialmente tiene poca credibilidad. Este es uno de los retos prioritarios de los nuevos líderes que surjan: construir una relación dialógica y propositiva ADP-Sociedad, para que sea considerada como actor significativo y supere la demonización social que la azota.  La incomunicación no contribuye a un trabajo conjunto a favor del desarrollo de la educación dominicana ni, mucho menos, al avance de la sociedad en el ámbito socioeducativo y socioeconómico. La organización ha de identificar los factores que agudizan la repulsa que provocan sus métodos de lucha y su vulnerabilidad para hacer respetar su código ético. Esta debilidad impide exigir de sus afiliados el respeto a las leyes que rigen al sistema educativo dominicano. Esto obstaculiza la   transformación de sus asociados en ciudadanos comprometidos con la articulación ciencias-sociedad y educación-sociedad.

En una sociedad democrática la organización de los educadores es necesaria. Estos  pueden aportar significativamente a los procesos de democratización que requiere la República Dominicana, donde  participamos de una democracia de bajo perfil. El nuevo liderazgo que surja no ha de atarse las manos, ni ha de ponerse un velo que le impida una respuesta responsable a los problemas que aquejan a los actores, a los centros educativos y a las familias de las zonas donde tiene sus  enlaces. El momento que vive el país se mueve en la dualidad alto crecimiento económico e incremento de la desigualdad social. Este binomio requiere la atención del liderazgo que resulte electo, para que la organización sindical contribuya a un desarrollo humano y profesional de sus afiliados. El horizonte estratégico de los nuevos líderes que sean electos ha de relacionarse con el impulso de transformaciones de la educación. Pero han de esforzarse más allá del discurso; han de trabajar de forma sistemática para actuar con una visión y una práctica en sintonía con los desafíos que el mundo y la sociedad dominicana presentan hoy.