Aunque es difícil hacer una división o configurar los límites entre la historia y lo que somos, es también cierto que esa dificultad es también la fuente de la materia que nutre el artitaje. En general, el poeta se vale del momento histórico para desordenarlo metafóricamente. Esta maniobra lírica fue explicada alguna vez por Yván Silén, uno de los poetas más extraños y fascinantes del Caribe. Y si a hablar de Caribe y poesía vamos, pues es justo decir que Ricardo Cabrera, con sus poemas, propone formas que retan las reverencias que se suelen usar al tratar temas sobre la conquista española de estos lares y esa constante relación de acoso que implica la colonización. Sin caer en la demagogia, Cabrera hace un paralelismo en donde muestra al nativo como el dueño de una cultura y una forma de ser. En el sentido histórico pero también en el sentido del lenguaje. Digamos ser – pertene(ser).
Has venido aquí con tu verbo y tu molde
Quien quiera un verso, lo escupe a lecho de vida
Has venido sin nada que decir pero las armas
Decadente criatura
Nos darás el corte, la ciencia, el augurio
Nosotros conocíamos la cohoba
Silvestre dios de la felicidad
De Res Nullius
El taíno no es algo que existe. Es en realidad una voz. Los arauacos que querían diferenciarse de los caribes decían, señalándose: ¡Tainúo! ¡Tainúo!, como diciendo, ¡Somos buenos! ¡Somos buenos! De manera que no es una raza, o una tribu, simplemente un grupo que proviene de lo nombrado. Esto no agrega ni resta, simplemente es una distinción para el objeto que nos toca, que son los poemas de Ricardo. Poesía atrevida que le permite componer un cuaderno con momentos pretenciosos, pero que son pretenciosos porque pueden serlo. Cuando un escritor se arriesga con la metáfora y el lenguaje mediante las formas que aquí nos muestra Ricardo, entonces pues uno puede disfrutar de ese derecho. Hay escritores que quieren forzar la maldad, pero el texto es como un merengue o como una ola: uno no la surfea o lo baila, en la mayoría de las ocasiones la vaina es dejarse llevar. Dice el poeta:
mi poema es una pantalla estallando en sus córneas de bestia
verdor prístino con los adornos de míster Bartolomé
mi poema se aglutinará bajo tus manos de cazador
casos vendrán a la heraldía, y seré el mejor santo y la mejor espina
De Casas y Cosas
Debo coincidir con lo que Belié Beltrán comenta sobre los poemas, esto es, su dedicada lectura de lo que quiere hacer Cabrera con estos juegos premeditados. Cuando Belié habla de post estructuralismo, se refiere a la manera en que nuestra intelligentsia leyó los textos filosóficos que formaron su unidad central de procesamiento. No es un secreto para nadie que en Dominicana durante los 60 y los 70 y por mucha parte de los 80’s el francés era la lengua que es para nosotros, esto es, la generación X y la de ahora, el inglés. Hay una diferencia entre leer o asimilar la filosofía en la traducción francesa que a la traducción norteamericana. Yo puedo hablar con conocimiento de causa, porque por más que yo jure en nombre de Barthes, a mí me ha llegado de él lo que la traducción ha permitido que llegue, y la mayor parte de Barthes lo he leído en español, sí, pero lo aprendí en inglés. Aprender es conocer, es literalmente aprehender.
Carga las pipas de manatí
Bachata tu noche con huellas canela
Todavía versan murciélagos las catedrales
Otra nota
Otro disfraz de cadáver
Soy los hedores de mi selva perdida
De Sangre versátil
Comenzaré por el final entonces. Me dilataré en ciertos lugares. Pensaré en otro Bartolomé, esta vez en De las Casas, quien por cierto aparece en una analogía que hace brillante al Oscar Wao de Junot Díaz. El poeta Cabrera escribe como si fuera dueño del Caribe y esclavo del tiempo. Vive feliz en su humo y su jungla. Le entra a bofetadas a nuestra realidad, la confunde con el lenguaje, que es a la vez, la materia finita de su deseo. Este libro es un muy buen libro de poesía. Se llama Hacia Yukahú y ha sido editado de forma exquisita por la editorial del Proyecto Zompopos. Este es un poemario de esos que te hacen sentir bien porque lees, porque entre tanta labor, de cuando en cuando aparece un libro problemático, ilusionante, y una se dice, Wao nena, para esto vale la pena leer.