Desde que inicié mi colaboración semanal con Acento me propuse no escribir sobre temas relativos a Haití. Razones obvias. Pero ante el aparente impasse de la situación interna de ese país, mas allá de las relaciones entre los dos estados de la Isla de Santo Domingo, es importante, con la mayor objetividad posible, repasar la situación interna y las alternativas que se presentan al pueblo haitiano. Haití es un quebradero de cabeza para los haitianos, los vecinos dominicanos y en gran medida para la llamada “comunidad internacional”. La solución no puede ser abandonar a su suerte a ese país.
Pareciera que la “comunidad internacional” se ha cansado de Haití, tanto los organismos multinacionales como los países y aquellos que pertenecen al llamado Coregroup, anteriormente llamado “Amigos de Haití”. Sin embargo, como se ha repetido varias veces, el único país que no puede darse el lujo de cansarse de Haití, es la República Dominicana por lógica elemental. Nuestro país ha trazado desde nuestro nacimiento lazos multifacéticos con el vecino occidental, que van desde guerras y confrontaciones, reclamos territoriales, creciente comercio, flujos migratorios, creciente participación de trabajadores haitianos en distintos sectores de la economía dominicana desde inicios del siglo XX que completa una malla de relaciones multifacéticas, entre otras. Para los dominicanos, la estabilidad, la paz, el desarrollo y el progreso de Haití es fundamental. Un país en paz, con seguridad y capacidad de integración a la economía internacional está en las principales prioridades dominicanas para avanzar en el circulo del progreso nacional. En otras palabras. Para la República Dominicana, la situación y evolución de Haití es prácticamente un asunto de política interna.
Los dominicanos tuvimos nuestra transición, larga y traumática de la dictadura de Trujillo a un país como el actual, que no satisface todos los estándares de un país democrático, pero que se enrumba hacia una democracia cada vez mas participativa, y sobretodo, a una cultura del dialogo y el consenso. Incluso en los momentos mas oscuros y difíciles de 1965, de los 12 años, de 1978, de 1994/1996, con las confrontaciones y la sangre derramada en esos procesos, hemos logrado un terreno común de partidos y sociedad. Ese terreno común es el dialogo y las soluciones consensuadas.
Haití se encuentra hoy en un momento decisivo. El colapso del Estado ha dejado un vacío que aparenta imposible de superar. ¿Podría degradarse aún más la situación? El Presidente de la República asesinado. El Jefe del Gobierno, sujeto a todo tipo de cuestionamientos generalizados y casi sin movilidad interna. Las fuerzas del orden, la Policía Nacional de Haití en este caso, acorraladas por banda de delincuentes que aparentan ser mas poderosas y desafiantes que el cuerpo del orden público. La población acorralada en esta situación con muy poco margen de maniobra. ¿Qué se puede esperar por tanto? ¿Qué se puede hacer?
Pareciera que Haití no tiene alternativa. Entre la indiferencia de las grandes potencias, en particular los Estados Unidos, pero también potencias históricas para Haití como Francia, Canadá, España y los grandes países latinoamericanos –Brasil, Argentina y México- que han intentado aportar soluciones y recursos en el pasado reciente, por una parte, y la parálisis de los organismos internacionales como la Organización de la Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos, la Comunidad del Caribe, o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
En el plano interno haitiano, sin embargo, existe un amplio consenso de organizaciones empresariales, profesionales, estudiantiles, campesinas, sindicales, religiosas y políticas, que tienen un plan detallado y realizable para una transición hacia una democracia posible y la estabilidad. Ese plan es el llamado Acuerdo del Hotel Montana. Hace un año, en noviembre de 2020, dicho acuerdo fue debatido y acordado por mas de 700 organizaciones de todo tipo. Dicho dialogo dejó conformada una Comisión de 13 delegados que buscan UNA SOLUCION HAITIANA a la crisis. Ese comité está integrado por el Frente de Organizaciones Femeninas, el Frente de Organizaciones Sindicales, el Frente de Organizaciones artísticas y culturales, la Federación de Organizaciones Campesinas, la Plataforma de Organizaciones de Derechos Humanos, la Federación de Abogados, la representación de las iglesias protestantes, la iglesia católica, el sector vudú y un representante independiente de los profesionales. Además, la gran mayoría de las organizaciones políticas de todas las orientaciones. Incluyendo el partido PHTK de los ex presidentes Martelly y Moise; el partido Fanmi Lavalas del ex presidente Arístides y el antiguo partido del fenecido presidente René Preval.
El Acuerdo del Hotel Montana plantea la constitución de un órgano llamado Consejo Nacional de la Transición (CNT) que selecciones un presidente provisional por dos años y un Jefe de gobierno, equivalente al primer ministro. El CNT tendría labores legislativas y de control del ejecutivo, basado en la Constitución vigente de 1987. Estaría compuesto de 27 delegados de las organizaciones sociales y 25 delegados de los partidos políticos más los senadores cuyo mandato todavía no ha expirado. También se constituye un Buró de Seguimiento del Acuerdo (BSA) y un Órgano de Control de la Transición (OCT). El Acuerdo del Hotel Montana rechaza cualquier intervención militar extranjera pero acepta la cooperación internacional para pacificar y estabilizar Haití, en particular para eliminar la perniciosas bandas criminales que se han apoderado de la vida haitiana. Nada puede hacerse en Haití sin la eliminación de la bandas de delincuentes que aterrorizan a la población y a cualquier actividad social. Si esto no se consigue, es posible concebir el asalto de los símbolos del poder como el Palacio Nacional y la Primatura (oficina del Primer Ministro) por estas bandas y caer en el total caos, casi estilo el terrible caso de Somalia desde los años 90 y de Libia desde la intervención extranjera en 2011. Sin Estado, sin orden, en total caos y anomia social.
Las distintas organizaciones internacionales y de los países “amigos de Haití” pueden y deben apoyar un plan tan detallado y realizable como el Acuerdo del Hotel Montana. El plan del presidente Moise fue asesinado con él, de elecciones y cambio constitucional. Lo ha sustituido no un Estado fallido sino la ausencia total de Estado, y para los dominicanos es una situación que no puede prolongarse en el tiempo.