“Se levantará el templo de la ética para que la experiencia humana sea, difícil, excepcionalmente constructiva. Ello requiere, a mi entender, un alto grado de atención que rebasa nuestro propio yo, nuestro propio interés, para prestarle cuidado a la necesidad del otro, ligando nuestra subjetividad interna a la objetividad del mundo a través de lo que mi yo y el mundo compartimos: la comunidad, el nos-otros”. (Carlos Fuentes).
El mundo y de manera singular, particular, la sociedad dominicana, amerita de nuevas políticas para la construcción de una nueva economía. Se requiere una mayor y mejor especificidad hacia un nuevo contrato social. Un eslabón que precise de una verdadera articulación del desarrollo social, humano, imbricado con el desarrollo del capital humano para un mejor alumbramiento en el diseño del talento humano.
La Era del Conocimiento, de las TICs (Tecnologías de la Información), de la disrupción digital, es compleja, no solo por la vastedad que encierra sino en cómo entender que, al mismo tiempo que es una revolución, esta categoría (revolución) expresa al mismo tiempo avances y desafíos. Las brechas se ensanchan.
El ecosistema digital genera nuevas constelaciones de saberes, de aprendizajes, de educación, de habilidades, de profesionales con caudales de procesos de internalización y acción fruto de la dinámica de las nuevas realidades sociales: tecnología y lugar del trabajo. Creatividad e innovación en la manera de hacer las cosas, en los procesos, procedimientos y en las exigencias de la calidad. En fin, de aptitudes y actitudes donde la configuración de la personalidad de cientos y miles, tendrán que moldearse para entrar en el circuito de la competencia y la competitividad. Las ventajas comparativas no son suficientes sin la impronta humana.
En esta Era de la disrupción digital ha cobrado más cuerpo la falta de equidad y con ello, la asimetría intergeneracional, trayendo como corolario menor ascenso social. Dicho de otra manera, el enorme avance del progreso tecnológico, socio técnico, no ha ido acompasado del desafío en la asunción de la inclusión y el bienestar social.
Progreso técnico y adaptación social no han corrido a la misma velocidad porque la globalización se quedó anclada a la mundialización de los mercados, al comercio sin fronteras, a la ultra modernización del trabajo, la producción y la productividad. Estos últimos 50 años han significado más para la historia de la humanidad que cientos y miles de años. Es como si fueran la condensación más extraordinaria del grado de arquitectura material del mundo. Antes, cada irrupción técnica, corpus de la segunda revolución industrial, tardaba para su generalización de 3 a 5 décadas. Hoy, es cuasi instantánea, verdaderamente vertiginoso, asombroso, iconoclasta.
Un cambio estructural se advierte en los próximos años como resultado de los desafíos, de las expectativas, de los intereses y en cierne, de la necesidad de la esperanza renovada. Hoy en día se visualizan para comprender el tramo de nuestro desarrollo: el PIB por ocupado, el capital por unidad del PIB, la articulación del capital humano, la productividad total, en una formación social determinada. Se correlaciona con la esperanza de vida al nacer, el aumento o no de la cohesión social, la calidad del capital social, la convivencia y grado de civilidad, como antorcha y expresión del apoyo social, la libertad individual, como antesala del desarrollo humano, la calidad de la gobernanza y gobernabilidad, así como el grado en que se sitúa la corrupción y la impunidad en una sociedad.
Las habilidades vitales y blandas coadyuvan de manera significativa en el desarrollo social y humano de una sociedad. Cada una de esas habilidades cambia con los signos societales de evolución de la ecología humana. Verbigracia: en los años 50 y hasta bien entrada los años ochenta, una secretaria tenía que saber mecanografía, archivo y taquigrafía. Desde un supervisor pasando por gerente y hasta el máximo ejecutivo, requerían de secretarias. Hoy, las condiciones son otras. Las condiciones del trabajo cambiaron y, con ellas, las competencias de las personas.
Las competencias son el conjunto de habilidades, destrezas, conocimiento, experiencias y grado o nivel educativo que requiere tener una persona para hacerle frente a un puesto o cargo a través de la descripción del mismo. Los puestos evolucionan y surgen otros. Así ocurre con las competencias. Me acuerdo como ahora cuando a veces tenía que ir a una empresa periodística a comprar un periódico de hacía varios años. Costaba muchísimo y había que esperar y las empresas tenían que tener empleados y debían de tener un almacén para esa particularidad. Lo mismo tenían que hacer los periodistas cuando tenían que citar algo del ayer.
¿Qué son las habilidades vitales y blandas en cada época? Las vitales son las sustantivas, las cardinales, que ha de tenerse para realizar un determinado trabajo con eficiencia, eficacia y calidad. Hoy en día, no es posible entender a un periodista que no maneje con propiedad la tecnología computacional y las distintas plataformas que les permiten realizar una labor remota, a distancia. Lo mismo sucede con un profesor universitario. Las aptitudes tienen que variar permanentemente.
Las habilidades blandas trascienden lo meramente técnico, la cultura general de un ser humano. Corresponde al cuerpo de habilidades y destrezas que ha de asumir para con su trabajo con otros y de cómo responde al contexto en función de la nueva realidad. Entre esas habilidades tenemos: empatía, saber construir sinergia, tolerancia frente a la diferencia, proactivo, resiliente, optimista, capacidad de adaptación, saber desarrollar la inteligencia emocional y la inteligencia social, poder desarrollar un liderazgo horizontal y subrayar miradas de decisiones en enfoques alternativos. Comprende su rol y busca una comunicación asertiva sin imposición, pero con firmeza. Desafía el status comprendiendo el entorno, combinando sabiamente, la INTELIGENCIA Y LA VOLUNTAD.
Sin fetichismo ni maniqueísmo entiende su papel en la organización donde interactúa. Su manera de relacionarse es su piel y la entereza humana dibuja todo su cuerpo. La confianza, sin ataduras ni pose, es su legado, en función de sus creencias y valores. Cruza sin mojarse los dogmas y la fe ciega para rupturar la falsa conciencia y la razón hermética. Los dinosaurios petrificados, los de mentalidad psicorrígida no tienen espacio en el mundo de las habilidades blandas, sociales, relacionales. Personas que se hacen cargo del proceso de cambio, autogestionan sus emociones. Es un conocedor de sus fortalezas y debilidades, asumiendo la famosa frase de Emerson, quien dijo “Todo el mundo es superior a mí en algún aspecto de la vida”.
Marguerite Yourcenar en su destacada obra Memorias de Adriano, nos dice “Había oído las disonancias resolviéndose en acorde, por un instante me había apoyado en otra esfera y esa procesión humana y divina en la que yo tenía mi lugar, ese mundo donde el dolor existe todavía, pero no ya el error. El destino humano, ese vago trazo en el cual la mirada menos experta reconoce tantas faltas, centelleaba como los dibujos del cielo”. Cristalizar y forjar en fuegos centellantes las habilidades vitales y blandas es el manantial de agua fresca que fragua un nuevo escenario de la historia. Es la manera de evitar el dolor y encontrarnos con éxitos con el futuro.