Para nadie es un secreto el hecho de que la imagen del servidor público, sí, ese mismo que labora en las oficinas del gobierno, de cualquier gobierno, dentro y fuera del país, no goza de buena reputación en la República Dominicana. La sombra de la corrupción parece que lo contamina todo, y el buen empleado público pagado por los contribuyentes no está exento de sufrir sus efectos colaterales a los ojos de los demás.

La lluvia de críticas de la opinión pública, surgidas por el mal ejemplo de algunos servidores públicos, ha puesto en entredicho la labor de cientos o miles de servidores públicos –civiles y militares–, que día a día, año tras año, contribuyen con su sacrificio personal y a veces hasta familiar, para que el país marche por los senderos apropiados de manera que se garantice la estabilidad de la nación y el futuro a las próximas generaciones.

Para exaltar la imagen y la labor de esos ciudadanos, circula una nueva edición, la cuarta, del libro El buen servidor público, del escritor y conferencista colombiano Jesús Neira Quintero, quien plantea de manera clara, precisa y honesta las raíces de un problema supranacional que distorsiona la percepción del empleado público ante aquellos a quienes sirven y los cuales pagan sus salarios, gracias a las manzanas podridas.

La obra, laureada en Washington, Miami y México, y adoptado por la Procuraduría General de Colombia como guía obligada de servicios para todo su personal, plantea las actitudes deseables del servidor público, sus características éticas, su conducta frente al ciudadano, la responsabilidad de su gestión institucional, así como el servidor y su condición ante su cliente, la ciudadanía, y el trato que ésta amerita.

La guía subraya que un ciudadano tratado con amabilidad, respeto y eficiencia siempre hallará razones de satisfacción y de conformidad, lo que genera actitudes de compromisos del público con las autoridades y de solidaridad y apoyo con sus conciudadanos. Más si actúa precedido por principios y valores éticos que consideran al ser humano como fin y favorecen su realización integral.

¿Por qué fracasan los servidores públicos? ¿Cuáles son sus características? ¿Cómo se proyectan? ¿Por qué cometen errores? Existen miles de razones. Entre las que cita la obra se encuentran la falta de innovación y la ausencia de creatividad, la calidad y la velocidad de los cambios, muchos de los cuales están por debajo de lo que las circunstancias y los ciudadanos demandan. Algunos empleados públicos “inteligentes” piensan que ya descubrieron la fórmula permanente del éxito.

Subraya que muchos de ellos son pocos amigos de las innovaciones que no sean producto de su imaginación, porque creen que nadie mejor que ellos puede detectar cuáles cambios hay que hacer. De igual manera se equivocan en las visiones que definen para la entidad o empresa y son muy eficaces en hacer realidad conceptos erróneos de servicio público. Se empeñan en hacer gobierno y menos gestión de gobierno.

Entre los que más daño causa al bien público están muchos de los ejecutivos de ministerios. Son servidores buenos para ejecutar pero no muy hábiles a la hora de hacer realidad la visión global del gran sueño institucional que se busca materializar. Se requiere talentos especiales para desviarse de los objetivos previstos, por el afán de obtener resultados, ya que suelen adoptar interpretaciones erróneas de la realidad. Se les dificulta comprender el entorno cuando la tarea resulta muy compleja.

Sobre las motivaciones que deben guiar a un buen servidor público, el libro de 250 páginas y publicado por la editorial Ibáñez, de Bogotá, se incluye la responsabilidad compartida entre el jefe y el colaborador, la credibilidad y la confianza de doble vía, la ruta laboral definida y deseada, la certeza de una labor significativa, el nivel de compromiso con la misión de servicio público, cumplir lo que se promete, la renovación de destrezas y habilidades, la ansiedad así como una buena disposición hacia los demás y hacia su trabajo.

La obra advierte que ello requiere muchas horas de aprendizaje y el estudio de aspectos económicos, políticos y sociales necesarios, pero que a muchos servidores públicos les resultan aburridos o los confunde. Además, un jefe motivador debe premiar a sus colaboradores y resaltar sus logros de inmediato, y hasta en público, a fin de abrir espacios de valoración, inspiración, promoción, para elevar el nivel de interés en el ejercicio de las funciones de sus empleados y despertar la pasión por lo que se hace.

El Gobierno Dominicano debería considerar adoptar como guía de referencia este tratado sobre lo que debe ser un buen servidor público en el nuevo siglo, del autor Jesús Neira Quintero, lo que de ponerse en práctica sin lugar a dudas redundaría en beneficio no sólo de la administración y la gerencia de la cosa pública, sino también en la buena percepción y en la satisfacción del pueblo, que a fin de cuentas es quien contribuye al fisco y paga la nómina pública de todos los empleados.