¿Ganó realmente Nicolás Maduro las elecciones, organizadas a ritmo de farsa y con resultados pre-determinados de antemano?

Según los datos oficiales ofrecidos por el Consejo Electoral, simple apéndice de la estructura ilegal montada por Maduro y sus secuaces para mantenerse en el poder bajo un falso e imposible manto de legitimidad, pese a todas las maquinaciones del gobierno, las amenazas de someter a prisión a los abstencionistas, la presión ejercida sobre los electores,  empleados públicos y de empresas estatizadas y beneficiarios de su política clientelista, la concurrencia a las urnas fue inferior al 47 por ciento.

Del total de electores calculados en alrededor de 20 millones, Maduro obtuvo menos del 30 por ciento de los sufragios.  Ha sido una de las elecciones que ha registrado una mayor cantidad de abstenciones en la historia política del país bolivariano. Y de igual modo, uno de los candidatos elegidos con un nivel más pobre de votación.

Sencillamente, la gente no fue a votar.  No lo hizo a sabiendas de que era pantomima, en la que el más penoso papel de marioneta tratando de validar el proceso en el plano internacional le correspondió a José Luis Rodríguez Zapatero.   El desacreditado y fracasado ex jefe de Estado Español,  de su papel de colaborador encubierto del gobierno que ejerció desde el principio bajo el falso disfraz de mediador, terminó por  quitarse la máscara y mostrarse al desnudo como un simple agente de Maduro.

En realidad los resultados de este juego de un solo contendor que como se dice popularmente era el dueño del bate, el guante y la pelota y contaba con los árbitros a su favor, demuestran que quien ganó en realidad fue el pueblo venezolano, que haciendo gala de gran dignidad se negó a participar tan burda comedia.

Ha sido ese valeroso y sufrido pueblo el gran ganador…pero al mismo tiempo el gran perdedor.  Por delante, tiene ahora la perspectiva de seis años más de un régimen fracasado que va camino a la imposición de una dictadura y ha sumido al país más rico del continente en la más profunda crisis económica y social, incrementado de manera notable la pobreza de la población condenada a sufrir una situación cada vez más alarmante de carestía de alimentos, medicamentos y artículos esenciales de consumo.

Con su base productiva estatizada, saqueada y destruida, Venezuela ha roto todos los récords de inflación, el valor de su moneda se deprecia más cada día y la deuda externa se eleva a niveles impagables.  PEDEVESA, que es casi con exclusividad su fuente generatriz de ingresos, con una nómina triplicada ha visto reducida su producción a menos de la mitad, en tanto aumentan la criminalidad y el tráfico de drogas, y  la corrupción se hace cada vez mas visible en la jerarquía oficial que el pueblo ha bautizado como la boli-burguesía.

Toca ahora a la comunidad internacional,  que de antemano calificó justamente de farsa el montaje electoral de Maduro, hacer mayor presión sobre su régimen a todas luces ilegal e ilegítimo, violador consuetudinario de la institucionalidad y de los derechos humanos, hasta lograr que Venezuela se abra a un proceso democrático, ampliamente participativo y de una transparencia sin lunares que refleje la voluntad de su pueblo y le permita escoger libremente su destino.

En tanto no se logre, el pueblo venezolano, gran  ganador de esta jornada seguirá siendo también paradójicamente, el gran perdedor de la misma.