Nueva York.-Los políticos se hacían asquerosamente millonarios con impunidad total, porque controlaban a los jueces y la policía, corrompida hasta la putrefacción, propiciaba un estado de inseguridad general. Ningún crimen se aclaraba y criminales condenados, desde la cárcel, dirigían bandas de sicarios que operaban con libertad.
Los políticos se creían “blindados” hasta que presiones internas y externas, forzaron la creación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Es una agencia investigativa independiente con poderes y libertad absoluta para trabajar, con el apoyo directo de la ONU y los Estados Unidos.
Claro, los nazi-onalistas guatemaltecos denunciaron a la CICIG como una “injerencia extranjera que pisotea la soberanía nacional”.
Dirigida por el jurista colombiano Iván Velásquez Gómez, la CICIG empezó a someter ladrones y criminales, a la justicia.
Aunque los jueces estén totalmente corrompidos, cuando están bajo la lupa de la comunidad jurídica internacional, con evidencias al frente, deben condenar.
La CICCIG descubrió un fraude colosal en las aduanas conectado al general retirado presidente Otto Pérez Molina y a la vicepresidenta Roxana Baldetti, ella cayó presa primero.
En abril varios guatemaltecos se comunicaron vía Facebook, se juntaron y planificaron las protestas. Montaron una protesta pacífica, firme, creciente frente al palacio de gobierno, cada sábado el grupo se multiplicaba reclamando la renuncia del presidente Pérez Molina, hasta que ocurrió
El cuatro de septiembre, el presidente general retirado Pérez Molina salió del palacio a la cárcel.
Los guatemaltecos le devolvieron la esperanza a Latinoamérica y nos regalaron con su ejemplo un manual de lucha. Demostraron que con apoyo internacional y protestas pacíficas sostenidas es seguro: “sí, podemos” amarrar a los políticos ladrones.
Ahora el grupo que organizó la protesta debe evolucionar, como los indignados de la Plaza del Sol, en Madrid, que formaron una poderosa fuerza política mayor: “Podemos”.