En este artículo completamos la lista de ámbitos sobre GC que impactarán de forma relevante la agenda de empresas y organizaciones en 2021.

La estructura jurídica al fin de un propósito ulterior. Desde su versión moderna, el fin y objeto de las corporaciones ha estado en constante debate: partiendo de una postura centrada esencialmente en la empresa como generadora de riqueza o de maximización del valor de los propietarios (shareholder approach), a una visión más amplia donde otras partes interesadas, directa o indirectamente, tienen relevancia en su operar (stakeholder approach).

En el marco de esta última tendencia, la consecución de un propósito corporativo se ha abierto camino y ha creado un espacio de discusión -aún vibrante- sobre la forma de maximización del valor de los propietarios y los alcances más amplios hacia la comunidad. En un artículo anterior titulado disrupción, propósito y gobierno corporativo tratamos algunos aspectos de este tema.

Pero este importante debate no solo forma parte de postulados de personas y organizaciones e implementados a través de la autorregulación, sino que recientemente algunos países, como Estados Unidos, han avanzado en la adopción de legislaciones sobre las llamadas Benefit Corporation; es decir, un tipo de empresa legalmente concebida para tener un impacto dirigido a otras partes interesadas, como son, los trabajadores, la comunidad o el medio ambiente.

Asimismo, los efectos del COVID-19 han mostrado que las organizaciones que valoran y trabajan alrededor de las personas tienen mayor capacidad de absorber y reponerse a golpes externos (resiliencia).

Al otro lado del atlántico también destacan movimientos en este sentido. Italia, por ejemplo, adoptó en 2016 la Ley de Estabilidad que creó el modelo de Società Benefit. Latinoamérica tampoco está ajena al movimiento y Colombia, mediante el Decreto 2048 de 2019, creó la condición legal de las sociedades de Beneficio e Interés Colectivo (BIC). A su vez, en algunas jurisdicciones -de forma concomitante o independiente del movimiento legislativo sobre tipos societarios- han avanzado hacia la llamada responsabilidad social mandatoria (Mandatory Corporate Social Responsability). Es decir, legislaciones en las que la responsabilidad social corporativa (RSC), tradicionalmente fundamentada en la autorregulación, es requerida como parte de las obligaciones empresariales, otorgándole un carácter vinculante.   

Algunos autores señalan estas tendencias y acciones como mecanismos que interfieren -por llamarlo de forma diplomática- con la noción misma de la libre empresa y con el modelo de generación de valor para los propietarios. Otros no menos importantes argumentan que un modelo centrado en los propietarios es más efectivo para la sociedad en su conjunto, que aquel basado en las partes interesadas. Importantes aportes, como el reciente análisis del Foro Económico Mundial en colaboración con la firma global Baker McKenzie, titulado “The Future of Corporation. Moving from balance sheet to value sheet”, muestran la importancia de un sistema basado en el capitalismo de partes interesadas (stakeholder capitalism).

Independientemente el debate, las tendencias claramente muestran que acciones de este tipo seguirán en aumento y es seguro que incidan en la reconfiguración del funcionamiento y rol de la empresa moderna. Así las cosas, negarse a la realidad respecto del cambio de pensamiento global que hoy exige una relación estrecha y de cooperación entre esta y la sociedad puede resultar letal.

La cultura ética y las personas al centro. No resulta extraño -sobre todo dos o tres décadas atrás- encontrar opiniones en las que se afirmase que la actividad empresarial nunca podría estar basada en principios éticos. Sin embargo, hoy en día su íntima relación y relevancia no se discute. El reto mayor descansa en la construcción de una cultura real integrada en el ADN de la gestión de las organizaciones.

La tecnología seguirá su avance indetenible, pero el funcionamiento de las empresas dependerá, como nunca, del sentido que le otorgan las personas que las hacen funcionar, las que utilizan o reciben sus productos y servicios, y aquellas que se afectan directa o indirectamente por estos procesos. Además, resulta imposible lograr el propósito empresarial si no se coloca a las personas como pilares esenciales. Esto toma mayor relevancia en tanto las generaciones más recientes asumen y valoran con especial énfasis ámbitos como la protección del medioambiente, la igualdad, la no discriminación, el trato justo o la cooperación.

Asimismo, los efectos del COVID-19 han mostrado que las organizaciones que valoran y trabajan alrededor de las personas tienen mayor capacidad de absorber y reponerse a golpes externos (resiliencia).

Los nuevos viejos riesgos. Gestionar organizaciones es gestionar riesgos. No importa el tipo de empresa u organización, administrar riesgos es inherente a su propia existencia. En las últimas dos décadas la gestión basada en riesgos ha ganado espacio y ha ayudado en gran medida a que las organizaciones asuman posiciones de prevención, lo que a su vez se ha traducido en mayor estabilidad y sostenibilidad. Sin embargo, en el mundo de los riesgos actuales, el reto está en seguir el ritmo. Cada día, en la medida que los mercados avanzan, nuevos riesgos -o variables de otros ya existentes- afloran. Aquellos riesgos que parecían novedosos, en poco tiempo son relegados.

No se puede dudar de que el COVID-19 ha tenido un efecto acelerador hacia ciertos modelos de prestación de servicios, negocios y de gestión digital o a distancia. No obstante, ya años antes venía en desarrollo una especial atención a la forma en que la gestión de riesgos era determinante para las organizaciones. Ya no se trata solo de la gestión misma, sino en la capacidad de anticipación y adaptación a nuevos riesgos, así como comprender el efecto transversal de los mismos. Un ejemplo -dentro de los diversos que surgen de este tema- podemos encontrarlo en el entorno de la digitalización de las organizaciones, en las que la exposición a ámbitos como la ciberseguridad, la seguridad de la información, o el manejo de datos personales se torna esencial.   

Si bien existe un reconocimiento bastante amplio sobre los efectos nocivos de la sobrerregulación de los mercados y sus participantes, las empresas y organizaciones deben ser conscientes de que el futuro no vendrá acompañado de menos regulación, sino de una más sofisticada.