Tenemos una visión de país cristalizada conceptualmente en la Estrategia Nacional de Desarrollo, mediante la Ley 1 – 12, 2010-2030. Esa visión, reza “La República Dominicana es un país próspero, donde se vive con dignidad, seguridad y paz, con igualdad de oportunidades, en un marco de democracia participativa, ciudadanía responsable e inserción competitiva en la economía global y que aprovecha sus recursos para desarrollarse de forma innovadora y sostenible”.
Si miramos objetivamente, sus cuatro Ejes Estratégicos, con sus 19 objetivos y el conjunto de Indicadores y Metas, así como sus acciones y los compromisos asumidos por el Estado con plazos calendarizados, podemos decir que es como si ésta no existiera. Ya nos decía Joel Barker, “visión sin acción es un sueño, acción sin visión, carece de sentido”. Pero ¿qué es una visión y por qué es tan importante para la vida de una empresa, una organización o una sociedad? La visión es la imagen mental de lo que es posible y deseable de cara al futuro. La visión desfigura y desdibuja el inmediatismo, el coyunturalismo, el hiperprensidencialismo, el mesianismo y fortalece el cuerpo normativo de los mismos, adentrándonos en las acciones y decisiones que están encuadrados en las instituciones.
La visión es el arte de verse proyectado en el tiempo y el espacio. Es un compromiso con el futuro. Es el anhelo de trabajar hoy, dibujando lo que seremos a través de ese puente, que solo los humanos podemos hacer: la imaginación. Como nos decía Stephen Covey, el ser humano es el único animal de la naturaleza que crea dos veces: a la creación física, precede la creación mental. De ahí que Albert Einstein decía con mucha propiedad que la imaginación es más importante que el conocimiento.
La visión conduce al esfuerzo concertado y al espíritu de la sinergia. Convoca a todos los actores hacia el esfuerzo de objetivos comunes y hace que despleguemos nuestras alas, donde todos rememos hacia la misma dirección. La visión se concentra, ahogando lo más posible las incertidumbres y el activismo per se. No se trata de hacer cientos de actividades sin saber hacia dónde vamos, a donde conducen éstas. Ella nos traza el porvenir y nos guía nuestro radio de acción. Es y constituye nuestra imagen. Nos alienta y nos robustece el orgullo al saber lo que queremos y a donde llegaremos.
Nos ofrece el horizonte de cómo alcanzaremos los objetivos, de las oportunidades y desafíos que debemos de enfrentar, así como de entender las distintas fuerzas sociales, las relaciones de poder, los actores estratégicos y las ventajas y carencias internas y externas, de las condiciones en que estamos operando. Es el filtro, el cemento, el pegamento que solidifica y mantiene la cohesión y la coherencia. Nos une, en una sociedad, como la fragua energizada de su hilo conductor. Una visión bien orquestada y mejor asumida, permea de manera nodal, en todas sus aristas a la Gobernanza y a la Gobernabilidad. Se sumerge y cristaliza en estas dos instancias que generan la legitimidad y el auge sostenible, ya que la visión aclara el direccionamiento a largo plazo de la sociedad y una organización.
Visto desde la cristalización y simbiosis que ha de darse entre: visión, gobernanza y gobernabilidad; podemos decir que no hay un alineamiento entre los tres, lo cual hace que en el cuerpo social dominicano los avances sean tan lentos, muy tímidos. Para avanzar, para que se produzcan los cambios con mayor calado se amerita de esa unidad sincrónica. No verse así, es tomar decisiones que no están en las partituras de la Estrategia Nacional de Desarrollo y de la definición de la visión.
Si en estos 6 años de la promulgación de la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo se hubiesen cumplido los mandatos establecidos con sus respectivas metas y objetivos, no nos cabe la menor duda, que otra fuera la sociedad, con un mayor índice de desarrollo humano, con mayor bienestar, mejores niveles de calidad de vida, mejor cohesión social y un grado de institucionalidad que coadyuvaría a un mejor Capital Institucional.
La visión bien llevada empuja la gobernanza y la gobernabilidad hacia un estadio de mayor eficiencia, de mayor eficacia y a la contemporización del compromiso con toda la sociedad. No del juego suma cero. ¿Por qué se da con tanta vehemencia y sistematicidad esta ceguera de exclusión que arrastra a los actores políticos en el poder y a una buena parte de la oposición?
Porque los actores políticos, en mayor dimensión, actúan como señalaba Daniel Kahneman, Premio Nobel, con mayor grado de irracionalidad. El demostró que las emociones son una forma de pensamiento. Nos deja establecido en su libro Pensar rápido, pensar despacio, que tenemos dos sistemas de pensamiento. El Sistema 1, dice él, es nuestra mente animal, es rápido, instintivo y emocional. El Sistema 2, es lento, deliberativo y lógico.
La elite nuestra se maneja con una sobredimensión del Sistema 1, lo que hace que solo piensen en sus intereses, en particularidades, en el corto plazo, en el sentido de que no hay vida después de ellos mismos. La prueba más fehaciente y palpable fue la declaración de Campos de Moya, presidente de la Asociación de Industrias de República Dominicana, donde esbozaba que no estaba de acuerdo con un Pacto Fiscal. El Pacto Fiscal está contemplado en el Capítulo X que rubrica: Pactos Nacionales en apoyo a la Estrategia Nacional y el Artículo 36, lo ilustra de manera meridiana.
La gobernanza se refiere de manera taxativa a la calidad de respuesta que ofrece el Estado; en cambio, la gobernabilidad se basa en la capacidad técnica y política con la que el Estado cuenta para dar solución a las demandas de la sociedad. Es al decir de Rodrigo Borja “La razonable capacidad de mando, de conducción política y disciplina democrática que puede alcanzar una sociedad”; y, Antonio Camou, citado por Borja, nos dice, que es “un estado de equilibrio dinámico entre las demandas sociales y la capacidad de respuesta gubernamental”.
Nos comprometimos con los Objetivos del Milenio y no nos fue bien. Ahora, tenemos los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Nos trazamos que para esta fecha tendríamos, según el Artículo 22 de la Estrategia Nacional, que en el Índice de Percepción de la Corrupción estaríamos en 40 de 100 o, en 4 de 10. ¡Ya vemos, la visión, no está presente en los hacedores de políticas públicas, lo que dificulta cada día más la cohesión social y con ello la potencialidad, la tendencia de mayores niveles de conflictividad social!