El Palacio Nacional de la República Dominicana constituye una joya arquitectónica admirada por numerosos especialistas en arte no sólo por su elaborado interior que constituyen varios salones, entre ellos el de las Cariátides o de los Espejos, o el de Embajadores –inspirado en el Palacio Real de Milán y creado a gusto por su arquitecto y constructor italiano Guido de Alessandro, de 1944 a 1947, por órdenes del entonces dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina–, sino también por su estilo único y singular en la frontera del Caribe imperial.
Entre la amplitud de los detalles eclécticos de su interior y exterior, al cumplir en agosto próximo 69 años de inaugurado, llama la atención las columnas en el frontispicio o vestíbulo de la entrada principal, adornado con las escalinatas imperiales al estilo romano, en cuyo diseño se refleja la presencia innata del genio veneciano de la arquitectura Andrea Palladio (1508-1580), quien inspiró en todo el mundo europeo y en el preludio de la revolución de independencia de Estados Unidos el amor por las columnas hace más de 500 años.
Palladio reinterpretó la arquitectura de la antigua Roma para su propio tiempo con principios de diseños flexibles aplicados a todo tipo de edificios y no sólo a monasterios, como solía ser previo a la época del Renacimiento, al adoptar la grandeza de la arquitectura a los más sencillo, desde la sede central de un gobierno hasta establos, de modo tal que beneficiara a todas las clases sociales y cuya influencia ha permanecido vigente más que ningún otro escultor conocido.
El legado del genio italiano de la arquitectura se refleja en el siglo XXI en edificios tan simbólicos como la entrada principal de la fachada sur de la Casa Blanca, la Galería Nacional de Arte en Washington, El Capitolio federal en la capital estadounidense, el Palacio Presidencial de El Salvador, el vestíbulo principal del Capitolio Federal de los Estados Unidos, la fachada de la Suprema Corte de Justicia norteamericana, la sede de la alcaldía de Borgoricco, en Italia, la residencia de George Washington en Mount Vernon, Virginia, y hasta el edificio del Ministerio de Cultura dominicano frente a la avenida homónima del padre de la patria estadounidense (Malecón).
Nacido en 1508 en la localidad de Padua, en el norte de Italia, Andrea Palladio, transcurrió gran parte de su vida adulta en la ciudad cercana de Vicenza. En principio como un simple albañil en mármol. Pero su vida se transformó cuando laboró para el poeta, humanista y académico Gian Giorgio Trissino, de 1538 a 1539, para luego trasladarse a Roma donde tuvo la oportunidad de estudiar ruinas antiguas.
Durante el Renacimiento se conocía muy poco de la arquitectura doméstica romana, lo que fue aprovechado por el genio italiano al observar las ruinas de edificios públicos y utilizar la inspiración clásica en sus diseños. Su estilo adornó villas y residencias veraniegas de aristócratas en el nordeste de Italia, con su simplicidad y simetría desplegadas en un pasillo central con suites y cuartos a su alrededor, epicentro y corazón de cada una de sus creaciones.
Palladio fue el primer arquitecto en integrar los pórticos y las terrazas clásicas cubiertas con columnas, lo que luego fue adoptado en edificios comunes y antes era sólo utilizado en monasterios y otras estructuras religiosas, sector donde desató una revolución, por lo que algunos consideran que reinventó la arquitectura de la antigüedad para uso contemporáneo.
La fiebre del Renacimiento hizo que su fama cruzara los mares siendo Londres, la capital británica, una de sus muestras más simbólicas fuera de territorio continental. Los ejemplos más esenciales de su estilo, resumidos en su obra de dibujos Los Cuatro Libros de Palladio, raíz de su prolongada influencia global, se reflejan según dos coleccionistas ingleses, Inigo Jones y Lord Burlington, por su toque sintético, mixto, simple y a la vez esplendoroso, por lo que importaron el estilo del artista italiano.
Entre otros los lugares icónicos que testimonian el arte de Palladio en la cultura arquitectónica británica están la iglesia St. Paul’s, en Covent Garden, de Londres, la primera clásica del Reino Unido completada en 1633, y conocida ahora como la Iglesia de los Actores. Otra muy prominente son las iglesias de St. Martin-in-the-Fields, en la Plaza Trafalgar, con el concepto del Templo Romano y con la torre central detrás del vestíbulo, en una postura similar a la cúpula del Palacio Nacional en Santo Domingo.
La República Dominicana puede sentirse orgullosa de situarse entre los pocos países del mundo Occidental que adoptaron el estilo arquitectónico de Andrea Palladio en uno de sus templos más admirados y deseados, la sede del gobierno central, el cual ha resistido la prueba del tiempo y de la codicia humana, y que constituye el reflejo de la grandeza potencial de la nación. Como afirmara un curador británico, “un mundo sin su obra, sería uno muy depresivo.”