UNO
“Cuando despertó, el Dinosaurio seguía ahí…”
Ese es el cuento más breve de la historia de la literatura, lo escribió Augusto Monterroso, y si no hubiera escrito nada más que ése mini relato sería suficiente para inmortalizarlo. Lo evoco ahora porque cuando leí la resolución de la Junta central electoral sobre el tema del arrastre, me llegó de golpe a la memoria. Es mucho lo que este país ha esperado, y pese a que la constitución lo establece, la hegemonía del partido oficial que maneja todas las instituciones ha impedido que el principio elemental que proclama la prerrogativa ciudadana del voto directo no se sea ejercido. Esa demanda de amplia base democrática se empina sobre un axioma casi universal, y la Constitución del 2010 la ampara como un derecho innegociable: El voto ciudadano es directo e intransferible. Lo que se esperaba era que la JCE no se plegara a la presión del gobierno y asumiera la eliminación del arrastre tal y como determina la constitución. Pero, no. “Cuando despertamos, el Dinosaurio todavía sigue ahí”.
DOS
La junta se disfraza de Salomón tropical, y arma un engendro insospechado que va más allá del miedo al poder, enmascarado de argucia. Elimina el arrastre en veintiséis provincias, y lo deja plantado en seis. La decisión es totalmente inconstitucional, y usa el espejismo numérico, porque parecería que una mayoría de votantes se liberará del yugo despótico de un senador por el cual, en muchos casos, no votaría. Sin embargo, las provincias en las cuales se mantiene el arrastre tienen el 58.79% de los electores, y un peso demoledor en la configuración del resultado electoral. Se puede decir que quienes ganen en Santo Domingo (1,652.721 electores), Distrito Nacional (853,209 electores), Santiago (834,307 electores), San Cristóbal (429.711 electores), La Vega(331.251 electores), y Puerto Plata (257.643 electores), se garantizan el triunfo electoral, y de paso empujan al dominio total del congreso. Esta es una democracia tramposa, mentirosa, y da pena mirar que ni siquiera quien se supone que sea un árbitro imparcial se deja apabullar por la presión del poder. A la JCE “se le mojó la canoa”. “Se le vieron los blumers”. Quiso eludir el choque con el poder hegemónico del PLD, y creó un Frankestein pavoroso. ¡Las provincias donde no se aplicará el arrastre están despobladas! En las concentraciones urbanas se le escamotea el derecho a elegir directamente a los ciudadanos. “Cuando despertamos, el Dinosaurio todavía sigue ahí”.
TRES
¿Qué democracia es ésta, en la cual un partido-estado maneja todos los tinglados de la manipulación colectiva: poder ejecutivo, cámara de diputados, senado de la república, cámara de cuentas, fuerzas armadas, poder judicial, organismos de seguridad, instrucción, organismos de beneficencia, presupuesto público, estructura de cobro de los impuestos(usada como poder de intimidación), etc.? Y encima de eso prostituye las instituciones e impide el estricto cumplimiento de las leyes. Aquí nadie es Suizo, en cualquier escenario que se coloque la resolución de la Junta Central Electoral significa una decisión descaradamente parcializada, y si la oposición se lanza a un torneo electoral con una JCE incompetente y miedosa para hacer cumplir la constitución y las leyes, el resultado está garantizado de antemano. La realidad del sufragio en nuestro país se puede disfrazar de democrática, pero el espesor de la corrupción, la amplia franja de la pobreza y la ignorancia la convierten en una caricatura de la libertad. La República Dominicana es una nación secuestrada, y no hay libertad sino en la elección de un comportamiento humano que no brota del temor, de la miseria o de la ignorancia. Cuando la Junta Central Electoral impone una modalidad despótica de elección de los senadores, establece una limitación del sujeto individual. Soy libre en la medida en que mis actos expresan mi voluntad no condicionada. Voto por el senador que me dé la gana, no por el que la Junta Central Electoral me impongan. Ahí está el engaño del sufragio, que son, desde ya, un fraude. El voto directo es un sueño de todo el país. Pero, “Cuando despertamos, el Dinosaurio todavía seguía ahí”.