Ha llamado la atención un reporte de prensa que circuló la pasada semana sobre una disposición del gobierno chino de crear una moneda digital para imponerla gradualmente en las transacciones económicas en algunas de sus ciudades.

Esto no parecería tener mucha importancia, pues ya los chinos usan profusamente una especie de dinero electrónico que sustituyen el dinero físico, las tarjetas de crédito y débito, transferencias bancarias, etc., mediante un simple código QR colocado en las pantallas de los establecimientos, al cual los clientes simplemente enfocan (escanean) con su teléfono celular para hacer el pago. Pero al final, todos los valores y las transacciones están referenciados a un dinero contante y sonante, como el yuan o el dólar.

La diferencia parece ser que ahora se trata de una nueva moneda electrónica, que sustituye cualquier divisa previamente existente, llamada e-RMB. Muchos medios interpretan esto como un paso para suplantar la hegemonía del dólar en las transacciones internacionales, como moneda de reserva y depósito de valor.

La gente se pregunta sobre las posibles implicaciones de esto para la economía mundial (y la dominicana). Sabemos poco sobre su alcance y habrá que darle seguimiento. Sí sabemos que al ascender Trump al poder, Estados Unidos inició contra China una guerra comercial y, con el tiempo, una guerra fría de mayor envergadura.

Pero ojo! Ambos países saben que una guerra comercial de verdad, con todas sus maquinarias, es destructiva para el mundo entero, principalmente para ellos, y más en medio de esta crisis. Por eso ambos se cuidan de dar pasos medidos, que a veces retroceden, como las alzas de aranceles.

La aparición del COVID-19 se ha usado como un nuevo instrumento en esta lucha. Las primeras manifestaciones fue cada uno acusar al contrario de haber fabricado el virus.

Trump inició acusando a China de fabricar un virus artificial en un laboratorio de Wuhan. China ripostó que fue llevado a esa ciudad por unos soldados estadounidenses que participaron en unos juegos deportivos. Como antecedente a su favor, está el caso de la otra gran pandemia un siglo atrás que, pese a haberse iniciado en un cuartel militar norteamericano, pasó a la historia llamándose Gripe Española, y donde más muertes provocó fue en Europa y Asia.

Trump ha insistido por razones electorales, cambiando de argumentos conforme científicos de su propio gobierno lo desmienten: que fue un escape por error y, últimamente, (esto sí puede parecer creíble) que China no informó a tiempo de la aparición del virus para aprovechar y monopolizar el mercado de equipos e insumos para combatirlo. 

Dado la capacidad del presidente norteamericano para influir sobre las comunicaciones, particularmente en el mundo occidental, mucha gente ha llegado a creer que su argumento es verdad, y eso ha incomodado mucho a China.

Pero su acción con la nueva moneda no creo que pase de un globo de ensayo: como esos desfiles militares, cuyo fin es mostrar al contrario, y a su propia gente, las armas de que dispone, pero sin usarlas.

Suplantar el dólar va a ocurrir en algún momento, pero actualmente dudo que China pueda hacerlo; puede asestarle un golpe, pero no sin su economía salir malherida. Su arma más poderosa sería salir a las bolsas del mundo a vender bonos del Tesoro de EUA, ya que ellos son los mayores acreedores.

Pero no le conviene: ¿qué haría con tanto efectivo? Además, provocar la caída de los bonos en el mercado significaría depreciar su propio patrimonio; como la Reserva Federal sabe que bajar la cotización de esos bonos equivaldría a subir las tasas de interés, muy contrario a su política actual, reaccionaría comprándolos ella misma.

Pero en este caso se produciría una gran emisión monetaria, generando una caída abrupta (devaluación) del dólar, justamente lo que le gusta a Trump, pues aumentaría la competitividad de la economía estadounidense en contra de la producción china, dañándola comercialmente. Exagerando, los productos norteamericanos podrían ser más baratos que los chinos.

Algunos fanáticos han llegado a proponer que los Estados Unidos no le paguen, pero eso sería impensable, pues la credibilidad de la deuda estadounidense reside en que el Tesoro nunca ha dejado de honrarla. ¿A quién le vendería bonos después?