La sociedad dominicana se ha pasado una semana crispada por lo ocurrido en las elecciones primarias del domingo 6 de octubre pasado. Como siempre, y en todas las elecciones de que se tengan memoria, ha habido fraude electoral.

Ya se ha dicho en varias ocasiones y de varias fuentes. No se trata de que se le pretenda arrebatar la candidatura al presidente del partido de gobierno, no. Se trata de lo que implica la no observancia de la voluntad expresada en las urnas, del no respeto a la institucionalidad democrática, en una democracia que se nos cae a pedazos en las propias manos con cada sol que amanece en nuestra vida.

Y la preocupación se hace más grave aún ante la perspectiva del uso de esa metodología de elección “automatizada” en las elecciones generales de febrero y mayo del año 2020, cuando deberemos elegir las nuevas autoridades que rijan los destinos de la nación. No se ofrecen garantías, no existe la confianza necesaria, podría decirse que se ha perdido en la población la credibilidad de un proceso eleccionario diáfano para el año venidero.

Significativa es la crisis a lo interno de la Junta Central Electoral demostrada en la renuncia revocada de uno de los miembros del Pleno. Según la prensa, no se han mencionado las razones de la renuncia del señor Saladín, pero hace referencia a que en el país “hay sectores que creen que invocando amistad, agradecimiento o cualquier otro argumento” harían cambiar la posición del susodicho.

Amistad, Agradecimiento vs. Ley, Derechos. El sino de nuestra sociedad, el meollo que se encuentra en el fondo de todos los problemas sociales que no queremos enfrentar, ni confrontar. Somos hijos de la CONNIVENCIA CON LO MAL HECHO, porque es mi amigo, porque le debo un favor. No existe ley, ni derecho ciudadano que resista este ordenamiento sociocultural que destruye en pedazos la institucionalidad democrática y los derechos ciudadanos de la sociedad. Entre ellos, en este caso, el de elegir a las autoridades políticas y los representantes de las instituciones públicas.

Parecemos una sociedad desvalida. Haití se voltea de cabeza cuando reclama la renuncia de Juvenal Moise, Puerto Rico no se acuesta hasta que el gobernador renuncia a su cargo, los indígenas ecuatorianos ocupan el Congreso de su país exigiendo cambio en los acuerdos con el FMI hecho por el gobierno de turno. Pero los dominicanos seguiremos levantándonos temprano, a caminar a nuestros trabajos como hormiguitas, soñando en la adquisición de un techo decente para la familia con el sueldito que se devenga, y vivirán así tranquilos y conformes porque es lo único que se les está permitido.

Por las redes sociales la gente hace chistes con la situación que estamos presentando. Y hacer chistes se justifica en el hecho de no poder hacer otra cosa. No podemos hacer otra cosa. Qué tal si pensamos por qué el sector político de la presidencia hace todo cuanto está a su alcance para mantenerse en el poder? Ya una llamada del exterior puso fin a las intenciones reeleccionistas. La gobernabilidad puede ser un instrumento de presión social. Definitivamente que a alguien le sirve que esta forma de gestión de gobierno se mantenga. Sin derechos ciudadanos, sin un sistema jurídico que funcione, con el hecho de que los derechos se conviertan en una mercancía. Lo que ocurre es que siempre hay alguien a quien agradecerle, quien nos hace el favor, o un amigo que nos complace. Por eso viviremos en fraudes permanentemente, porque el fraude nos lo hacemos cada día nosotros mismos.