Hay una frase sin espacio para una mínima duda ni para el intercambio de ideas, el cuestionamiento de una decisión o la crítica a un juicio imperativo. Ha tenido una dura presencia en más de cinco siglos de quejas, lamentos, reclamos y protestas. Ha edificado todos los despotismos, tragedias, asonadas, revoluciones, montoneras, exilios y prisiones. No tiene nada qué ver con institucionalidad democrática, transparencia y consenso. Es oscura, odiosa, golpeante, y muestra nuestro crónico atraso de República inconclusa y de futuro incierto. La frase, todavía vigente: "En este país yo soy el jefe".