… ocurre que has abrazado a la eternidad, que dejas -de súbito- este mundo absorto, de dudas, de preguntas interminables, donde meditaste en las tranquilas aguas del pensamiento.

… ocurre que te queremos, Franklin, que se nos humedece la mirada, y las lágrimas caen como pétalos de una flor, porque te marchas a conocer otra conciencia distinta que sólo  frecuentamos cuando vamos a aprehender qué es la nada, no como duelo, sino como un horizonte nuevo que el viento dibuja de acuarelas hacia el infinito.

… ocurre que tú ahora  contemplas al instante, porque el tiempo es un río desnudo, y te lleva hacia la luz, hacia otro calendario de miniaturas celestiales.

Franklin Franco… ocurra que viviste con absoluta justeza cada época que tuviste de frente, que trillaste un devenir sin dejar desvanecer  tu empeño para que no dejáramos que las apariencias triunfen o que nos confundan a la hora de saber  cuándo hacer  la ruptura, quebrar el destino, cuando las tensiones sociales se hicieran insostenibles y el régimen llegara a su punto álgido.

Franklin: ¿cuántas veces esbozaste nuestro presente, nuestro pasado y nuestro futuro? ¿Cuántas veces te afligías cuando advertías el derrotero de este pueblo que no tenía las armas para quebrantar el espectro de las injusticias?

… desapareces físicamente, pero no dejas de ser nuestro guía. No quieres epitafio, quieres solo el sosiego de la partida, la serenidad plasmada en tu rostro, porque viajas, de momento, al universo.