La sociedad dominicana no termina de reponerse de las frustradas elecciones municipales del 16 de febrero de 2020. Este hecho sin precedente en la historia política de la República Dominicana ha conmocionado a la región de América Latina y el Caribe; y a varios países de otros continentes. Un pueblo que se había organizado para participar de forma pacífica y masiva, de pronto descubre que planes ocultos de sectores mal intencionados han preferido con ese hecho pulverizar la democracia y la institucionalidad para darle paso a intereses egoístas y contrarios al bien de la nación.  Pero estamos ante otro descubrimiento más importante y aleccionador para el pueblo dominicano. Es un acontecimiento que pone a todas las generaciones a celebrar y a agradecer: la juventud dominicana, con la creatividad y el valor que la caracteriza, ha decidido reescribir la historia política y ciudadana de la República Dominicana en este momento histórico. Antecedentes de este tipo de movimiento juvenil con arrojo e imaginación creadora están en la juventud del 14 de Junio, de los movimientos universitarios antitrujillistas, antibalagueristas y de los activos de la Marcha Verde.

Hoy, los jóvenes de la Plaza de La Bandera le están diciendo al mundo que no es verdad que son indiferentes, pasivos y que su cultura es el facilismo. Están demostrando que ni el sol ni las bombas lacrimógenas ni la presión sicológica de la seguridad militar de la Junta Central Electoral los van a distraer; ni mucho menos los van a hacer desistir de su justa indignación y reclamos de transparencia, justicia y democracia. Nada ni nadie disminuye su voluntad de denuncia, de rechazo total a la cancelación de las elecciones municipales sin consecuencias. Estamos ante jóvenes que toman postura y no se quedan impasibles ante un hecho que somete a la República Dominicana a cargar con la involución ni ante los persistentes ataques directos e indirectos a la democracia y a los derechos humanos, sociales y políticos.

Tenemos que proclamar en todas las esferas y direcciones que los jóvenes de la Plaza de la Bandera muestran una firmeza que inspira y compromete. Por ello niños, adultos y ancianos de sectores sociales socioeconómicamente de niveles altos, medios y bajos están diciendo presente. Esta presencia se prolonga en zonas que no conocían la protesta social y política; y que hoy la acogen y la extienden más allá de sus zonas de actuación. La pedagogía de los Jóvenes de la Plaza de La Bandera es expansiva, cargada de significados; con una fuerza que transforma la pasividad y el olvido alienante. Es una pedagogía que asume los hechos sociopolíticos de la vida cotidiana y los convierte en situaciones de aprendizaje individuales y colectivos. La diversidad y cantidad de personas que se suman a la protesta testifican este planteamiento, al observar la identificación de los jóvenes con la causa que defienden y su perseverancia en una lucha que tiene un horizonte y metas comunes. Los más adultos tenemos espacio en la Plaza de La Bandera. En estos momentos el diálogo y el trabajo conjunto entre la diversidad de generaciones, no solo es oportuno, es necesario. Celebramos la firmeza de los jóvenes, agradecemos la magia de la inspiración que despierta en nosotros; y valoramos su capacidad de compromiso y amor por el país. ¡Adelante, ni un paso atrás! La República Dominicana necesita nuestra inteligencia y valentía para trabajar y aportar lo mejor de nosotros mismos en esta hora crítica para el desarrollo social y político. Unámonos a los jóvenes; y, con ellos, construyamos una sociedad con más y mejor institucionalidad; con mejores líderes políticos; y, fundamentalmente, con una organización social y un sistema democrático más consolidados.