Para mi querido maestro, Luis O. Brea Franco

¿Para qué sirve un filósofo?

Para darle cuerda a los relojes. Para darle cuerda a los pendejos. Para coger cuerda. Para que le regalen flores. Para elevar el nivel del discurso. Para tener amenas conversaciones. Para abrazar ideas disparatadas. Para esperar por el café. Para reírse con él. Para que podamos por fin entender porqué diablos Platón le dedica horas y estudios a Sócrates. Para entregarse a él. Para levantarse temprano. Para pensar en tardes congeladas en los segundos más gloriosos del color de los tizones. Para salvar una aldea. Para desentender una pintura. Para contradecirle. Para hacer tisanas maravillosas. Para olvidar un desagravio. Para perder espejuelos. Para sentirse orgulloso. Para declarar la pasión por el posestructuralismo y no entristecerse por ello. Para parecerse un poco más cada día a Roland Barthes. Para combatir el neocolonialismo. Para sobrevivir al neocolonialismo. Para vivir sin miedo. Para leer a Reinaldo Arenas en el Supermercado Nacional de la Gómez. Para sentirte perdido por tu primera bomba lacrimógena en la UASD. Para sentir paz frente a la autopsia. Para releer el Ulises de Joyce. Para perdonar a Telémaco. Para componerle sonetos a Eurídice. Para elaborar el protocolo de la inauguración del Faro a Colón. Para en sueños, quitar y poner gobiernos. Para entender el fuego. Para exornar la catinga. Para renegar de las piedras y los trajes de baño. Para pensar, y no marear en el intento. Para pensar, y no morir en el intento.

En una película de Jean Luc-Godard, Goytisolo tiene que viajar a Kosovo para dar una conferencia. Allí, entre las ruinas de una biblioteca, dice: Matar un hombre, para defender una idea, no es defender una idea, es matar a un hombre”. Quizás para conversar sobre esto, es que sirve también quien filosofa.