La República Dominicana continúa hoy la celebración de las fiestas navideñas, aunque de forma distinta por el impacto de la COVD-19. Festeja, también, la llegada del Año Nuevo, 2021; y conmemora la fiesta de los Reyes Magos. Se espera que en todos los hogares o en la mayoría puedan participar del ambiente festivo que se crea en torno a estas tres actividades. Pero no es así, por muchas razones relacionadas con situación de salud, problemas económicos y de violencia de género. Este último aspecto ocupa nuestra atención al inicio del año por la ocurrencia ya, en el 2021, de dos feminicidios. En el 2020, 124 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas. Esta cantidad es la que se reporta oficialmente. Es posible que la cifra sea más elevada, por la realidad que atraviesan los cálculos estadísticos en nuestro país, los cuales generan dudas en el ámbito local e internacional por la carencia de la precisión y de la sistematicidad debidas. La República Dominicana está considerada por el Observatorio Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL como uno de los países del continente con más alta tasa de feminicidio, 2.7; El Salvador, 3.3 y Bolivia, 2.1.

Si al iniciar el año ya contamos con dos muertes por violencia de género, es necesario que la Procuraduría General de la República, el Ministerio de la Mujer, el Poder Legislativo el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de Educación; y el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología establezcan, de una vez por todas, medidas seguras e inteligentes que contribuyan eficazmente al control de la pandemia del feminicidio. Urge una propuesta integral que proteja a las mujeres, penalice a los homicidas con leyes más fuertes; y ponga en acción políticas que potencien la formación en género; y programas para educar sobre la libertad de los seres humanos y el desarrollo afectivo sexual de las personas. Estos programas no admiten demora, la educación juega un rol central para la prevención de este agudo problema. Es preocupante tener que escuchar tanto discurso en torno a esta situación; y tan poca efectividad y voluntad política para enfrentarlo con la profundidad y eficiencia que demanda.   Es necesario, además, prestarles mayor atención a las familias, especialmente en este tiempo de pandemia. Tanto en otros países como en la República Dominicana, abundan hogares que han sido asaltados por las tensiones y la violencia doméstica.

El incremento de los feminicidios no puede dejar impasible al Gobierno, a la sociedad civil, ni a las instancias que hemos señalado en este artículo. No sabemos qué esperan para ponerle atención a este problema, que en los últimos años va acompañado del suicidio del agresor. Esta situación está profundizando la crisis que vive la familia dominicana. Se incrementa el número de familias traumatizadas; y de huérfanos de madres y padres.  Esta realidad afecta, también, el futuro de la República Dominicana. La orfandad de muchos niños, a causa del feminicidio, tiene secuelas de efectos duraderos: provoca perturbaciones en sus procesos de aprendizaje, en su desarrollo afectivo, en su rendimiento escolar y en su comportamiento a nivel general. El repudio y la condena ha de ser, además, para todo tipo de abuso, mutilación y desfiguración de las mujeres. Estas a su vez, han de asumir con mayor responsabilidad y conciencia crítica, sus procesos formativos, para que aprendan a liberarse a tiempo de todo aquel que las considere y trate como un objeto sexual, como una cosa más, manipulable y desechable en cualquier circunstancia. Se ha constatado que el feminicidio no es un hecho casual. Se fragua con violencia verbal, sicológica, física y sexual. Esta diversidad de agresiones se reproduce en la vida cotidiana y se oculta en múltiples ocasiones. En otros casos, la irresponsabilidad judicial y la ambigüedad de leyes y procedimientos, crean condiciones favorables para que se cometan atrocidades contra las mujeres. Esperamos que el año 2021 se posibilite atención integral y efectiva al feminicidio. Este es un cambio que no se debe postergar; y que requiere acción rápida y responsable.