Felices deben sentirse las personas que no tienen la necesidad de mantenerse informadas sobre los últimos acontecimientos. Leer los periódicos cada mañana me genera sentimientos variopintos que me llevan de la consternación al abatimiento o a la ira fría.
Esta lectura me refuerza en mi convencimiento que, cuando damos pasos hacia adelante, muchos de ellos no los afianzamos ni forman parte de una planificación seria.
Así, vemos cómo se dan tantos palos a ciegas a cuenta del erario público y del contribuyente. Observamos cómo muchas de las decisiones de los altos funcionarios responden a sus intereses personales o grupales, a necesidades de la propaganda estatal, o simplemente, a su ignorancia.
Es por estas razones que, para mí, la lectura matinal de la prensa se convierte en una prueba de templanza, especialmente cuando se pretende tomarnos de pendejos queriendo hacernos creer que vivimos dentro del marco de un “modelo económico ideal”, como dijo hace poco el presidente de la Republica .
Nos invade un sentimiento de impotencia ante el nuevo colapso del sistema eléctrico y nos enteramos que Punta Catalina, que se nos vendió como la panacea a todos los problemas energéticos del país, no resolverá el déficit eléctrico (ni con carbón ni sin carbón), y que pagaremos una obra sobre evaluada, que funcionará con un combustible obsoleto y que está rodeada por el tufo sulfuroso del escándalo Odebrecht.
De paso, no está de más recordar que justamente en estos días a uno de los principales acusados de esa trama se le levantó el impedimento de salida para que pudiera viajar a España, porque sus problemas de salud no pueden ser atendidos en los hospitales que construyó durante su jefatura.
También consterna que un ministro de Medio Ambiente sea un empresario agrícola que enarbola un desprecio notable por la protección del Medio Ambiente, justificando supuestas acciones de reforestación mediante la plantación de aguacates en la Sierra de Bahoruco. Sus declaraciones desvelan un desconocimiento profundo de las normas a seguir en el manejo de las áreas protegidas.
Al leer que el mismo ministro tildó a una boa de la Hispaniola, de varios metros de largo, de “insecto”, me di cuenta que su libro de cabecera no tiene nada que ver con los temas medioambientales.
Sin embargo, considero que las pronunciamemtos sobre el agua y los aguacates le pusieron la tapa al pomo. Interrogado sobre el alto consumo de agua de las plantaciones de aguacates de cara al futuro y su idoneidad para reforestar áreas protegidas, el titular del ministerio de Medio Ambiente habría respondido que “nadie consume más agua que el ser humano, nadie (…) ¿entonces vamos a eliminar a los seres humanos?”.
Y esto nos lleva al recurso agua y a las estadísticas que ofreció en declaraciones recientes el ingeniero Horacio Mazara, Director Ejecutivo del Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillado (INAPA).
Lo que dijo el alto funcionario me horrorizó, al confirmar que después de medio siglo de crecimiento económico ininterrumpido el 5% de mis conciudadanos practica el fecalismo, o sea, que se ven obligados a hacer sus necesidades “en el monte”.
Precisó que en el 20 por ciento de los hogares dominicanos no hay inodoros ni letrinas. En ese momento pensé en el barrio en que trabajo, Villas Agrícolas. Recordé el gran número de familias que comparten el acceso a una letrina o un retrete como en tantas otras cuarterías, cañadas y campos de la República Dominicana.
La falta de saneamiento ambiental se hace sentir peligrosamente con la resurgencia de la malaria y de enfermedades infecciosas. Se ha informado que las cañadas y las aguas estancadas han perturbado el inicio del año escolar en varios sectores y para algunos ha resultado más fácil achacar a la población haitiana la extensión de las enfermedades que a la falta de recursos suficientes destinados al saneamiento.
La mala calidad del agua y el saneamiento inadecuado repercuten en la seguridad alimentaria, en los medios de subsistencia y en la oportunidad de educación para las familias más pobres. El saneamiento es clave en la reducción de la pobreza y en la mejora de la salud, la educación, la protección del medio ambiente y, en definitiva, en el reconocimiento de la dignidad humana.
En el fondo, carecemos de políticas coherentes, de una planificación respetada y de funcionarios que no sean el hazmerreír de la población. Precisamos de consejos de ministros dignos, donde se impida que un estamento del gobierno destruya lo que otro estamento está tratando de resolver. Nos hacen falta ministros responsables que sean capaces de plantarse y renunciar a su cargo si consideran que la política gubernamental no va acorde a los intereses de la nación y a sus propias convicciones.