Es lunes trece de abril, no creo en las supersticiones baratas pero, al ojear los ciber-periódicos, me entero de la muerte de Eduardo Galeano. La nota dice que tenía setenta y cuatro años, que ya no pudo con el cáncer pulmonar, que murió en su natal Montevideo. Luego, habla de su labor como periodista y editor en las revistas Marcha y Crisis (la fundó durante su exilio argentino).
Siempre lo imaginé como un escritor-pugilista, cuyos textos tienen la potencia de un jab a la quijada de los poderosos. Su libro más célebre es Las venas abiertas de América Latina, un ensayo donde recuenta los daños causados a nuestra región (pobladores, recursos, cultura incluidos) desde los tiempos de la Conquista hasta ya crecidito el siglo XX.
Las venas volverá a saltar a la palestra en 2009. Hugo Chávez en plena Cumbre de las Américas se lo obsequió a Obama, para que conociera los incontables oprobios registrados por Galeano (apenas si pasaba de los treinta años) ¿Lo habrá leído Barak, más aún, lo habría leído don Hugo o fue otro más de sus gestos teatrales y efectistas?
Eso sí, su prosa incendiaria también desprendía humor del cual no escapaba ni él mismo. Por ejemplo, su calva generosa no le provocaba complejo alguno (o eso nos hacía creer) pues alegaba que si los pelos fueran importantes estarían adentro de la cabeza.
A mediado de los noventa, escribió sobre su “redonda pasión” en Futbol a sol y sombra, definiéndose como un mendigo del buen juego, un regate glorioso por aquí, un golazo inolvidable por acá, no me importa el equipo, se lo ruego…
Me habría gustado decir, como tantos otros que ahora lo están haciendo, que lo conocí en algún congreso literario en Barcelona o que una vez lo saludé en el Centenario durante un juego del Nacional (el equipo de sus amores), pero para infortunio mío nunca he pisado el Uruguay y Galeano se fue de España en el 85 para volver a su “paisito” -como lo llamaba Benedetti- una vez que los uruguayos jubilaron a la nefasta dictadura. Unos veinte años duró su exilio, entre Argentina y España sobre todo.
Estas noticias lo ponen a uno triste, gentes valiosas y comprometidas como él se nos van. Insisto me quedé con las ganas de estrechar su mano, de que me firmara “Días y noches de amor y de guerra”, narraciones breves donde sus protagonistas son los hijos lacerados por los militares que malgobernaron gran parte de nuestra América. Historias vividas, escuchadas, llenas de pavor que exigen una resonancia permanente, un “todavía no se olvida”.
Por todo esto, no he dejado de usar sus textos en mis clases de cultura latinoamericana (lo que esto signifique). Uno de los más entrañables: Historia de la resurrección del papagayo, una poesía que cuenta el renacimiento del ave, para la cual participan todos con su tristeza: la niña, la naranja, la piedra, el árbol, el viento, el cielo, el hombre: “El papagayo se cayó en el olla que humeaba (…) la niña, que era su amiga, lloró.”, dicen los primeros versos.
Entonces el alfarero de Caerá, advierte la pena generalizada que enmudece al mundo y se propone acabar con el luto. Va la última estrofa:
El papagayo que brotó de la pena
tuvo plumas rojas del fuego
y plumas azules del cielo
y plumas verdes de las hojas del árbol
y un pico duro de piedra y dorado de naranja
y tuvo palabras humanas para decir
y agua de lágrimas para beber y refrescarse
y tuvo una ventana abierta para escaparse
y voló en la ráfaga del viento.
Esta leyenda la escuchó de los pobladores del Amazonas, contiene un mensaje solidario, fraterno. Hoy todos somos como la niña que se deshace en lágrimas, no sólo por la irrupción de la muerte del uruguayo sino por el estado lamentable del país, del mundo, donde parece que el papagayo está de nueva cuenta en peligro por culpa de los político-voraces, de los gobiernos autistas, de los bancos dizque mundiales, que ignoran al ciudadano de a pie. Galeano sonriendo, nos diría the show must go on, esto es, que la lucha sigue y sigue y…