Hoy envidio a Colombo y a José Báez Guerrero, genios de la brevedad. Mi inapetencia aniquila todo deseo. Más para escribirle a una sociedad que naufraga en su propio bostezo. Despertar interés por lo que uno opina es un ejercicio de fe en un medio tan domesticado. Cuando me disponía a pulsar mis ideas, entre varios documentos y libros apilados, como de maldad, volví a tropezar con el menos deseado: el informe del año pasado del Índice Global de Competitividad elaborado por el Foro Económico Mundial que coloca a la República Dominicana dentro de los diez países percibidos más corruptos del mundo. Eso me calcinó por dentro y remató mi desgano. Una cosa así debería inflamar a un país digno, pero aquí no provoca ni un inofensivo coñazo. La insensibilidad política parece de titanio y la sumisión social de algodón. Abundar sería necio y, sinceramente, no estoy para eso. El asueto del miércoles luce más sugestivo. Me sumo a las huellas del rebaño y sigo viviendo la ilusión de ser humano. Le dejo este espacio a cualquier otro resentido que quiera rebuznar sus lamentos porque este que está aquí se va para la playa. ¡Qué siga la fiesta!… como quiera moriremos.