Cuando veo cometer los mismos errores en cada escenario, a políticos de las esferas altas y bajas de mi partido, a empresarios en sus intercambios comerciales, colegas en el ejercicio ante la justicia, ciudadanos y ciudadanas de a pie en sus interacciones sociales, me lleno de desaliento, desesperanza, impotencia, indignación. Incurren en los mismos desaciertos a pesar de múltiples orientaciones escritas y audiovisuales que nos encontramos a diario en foros virtuales, diarios digitales e incluso en reuniones políticas, sociales y de negocios, y que son ofrecidas por personas preocupadas por aportar a la posteridad entregando su valioso tiempo para hacer conciencia ciudadana y humana sobre cada tema que nos afecta. Es triste. ¿Que nos deja a quienes ofrecemos un humilde aporte al debate y la reflexión? ¿Que nos espera en nuestro objetivo de obtener madurez social? ¿Valdrá la pena ser voluntario en beneficio de la conciencia ciudadana?
A partir de estos sinsabores, me he propuesto seriamente la decisión muy personal de hablar y escribir menos a partir de ahora. No esforzarme tanto, dejar que corra el agua, aunque inunde y destruya. Quizás pueda pecar de carencia de sensibilidad humana al decirlo, pero no. Que sean mis hechos, acciones y gestos de mis intenciones, los únicos que se encarguen de hablar; quien pueda ver que vea, y quien tenga oídos que oiga. Aunque se, que ello no es suficiente para cambiar las mentes de un colectivo, pues 10 millones de personas no van a conocer a un anónimo y humilde contribuyente de ideas.
Honestamente, me estoy cansando poco a poco de tolerar la desagradable “actitud dominicana” de no escudriñar, de no explorar la verdad o usar la razón. De no ver más allá de la apariencia. De solo valorar las cosas materiales, de que en la valoración individual o grupal sólo prime un buen vestido, traje de etiqueta, zapato exclusivo, tenis de marca o prenda, un carro de lujo o una jeepeta, una mansión o apartamento en zona metropolitana de ricos, una villa veraniega o una cena en un buen restaurante. Me siento hastiado de que se prioricen estos elementos o estereotipos por encima de la dignidad humana. Que ameriten mayor importancia o atención los privilegios espurios de la corrupción política, del tráfico de influencia o los beneficios lujosos del narcotráfico y del crimen organizado, para que sus exponentes enrostren su “éxito económico" de forma directa o sutilmente en la cara de quienes nos esforzamos honestamente por objetivos materiales de la vida, pero que lo hacemos con ética, trabajo, tesón y sacrificio. ¿Cualquiera no se cansaría? Claro, no porque envidies lo que tienen sino por la osadía ofensiva de cómo la exponen y muchas veces usan para apelar a la arbitrariedad, la violencia o desdén si no aplaudes sus desmanes o peor si los enfrentas.
Estoy cansado, triste y desolado también, de cómo nuestra juventud –de la cual formo parte en su versión ya más adulta– se desvela más por ver un video obsceno en YouTube de música urbana o un episodio de violencia, violación, crimen o de sexo que encienda el morbo antes que verlo con abominación, indignación o rechazo. Solo basta ver dos simples casos que se hicieron virales muy recientemente en las redes sociales: el video negativo “Mujer celosa rompe cristal de vehículo” tiene unas 106,427 vistas (views) diseminadas en solo cuatro cortes, mientras el video positivo “Vuélvete loco con tu mujer, pero no la mates”, apenas ha obtenido unas 18,747 vistas (views) en diez cortes. En fin, la juventud y una buena parte de la sociedad prefieren lo negativo y morboso, lo menos educativo antes que leerse un libro digital de ciencias o un texto de filosofía clásica o un video sobre un discurso político o inspiracional de negocios que nos enseñe a emprender, o alguna otra pieza audiovisual de educación integral en valores o de un mensaje religioso sano, no importa si es cristiano o no.
Este comportamiento social desordenado puede que sea un problema endémico de la naturaleza humana, pero aun así puede ser corregible, moderado. Otras sociedades tanto o más desarrolladas que la nuestra lo han logrado y siguen avanzando, en especial, cuando se habla del interés por la lectura crítica. ¿Por qué no los dominicanos/as? Un ejemplo eficaz de esto es constatable cuando exploramos cuatro de los periódicos más influyentes del mundo: The New York Times (EE.UU.), Le Monde (Francia), The Guardian (Reino Unido) y El País (España). Podremos notar que la mayor cantidad de artículos son densos y la reacción de los lectores en términos de comentarios críticos es sumamente abundante. Si bien la comparación frente al nivel cultural con esas sociedades pueda ser desigual y hasta injusto, no menos cierto que puede ser un marco de referencia para avanzar.
No es que me sienta derrotado ante el esfuerzo estoico que vengo realizando desde mis 21 años cuando ya comenzaba mi carrera de derecho. Antes lo hice, pero como niño o adolescente al nivel que ese tiempo lo permitía y exigía. Sin embargo, para entonces no era mi rol. Mi rol era formarme integral, académica y profesionalmente para entonces comenzar a dar aportes a mi sociedad, comenzando desde mi propia familia para contribuir humildemente, comenzando por los cimientos que dejan las batallas del ejercicio de la supervivencia, el crecimiento social y la superación personal.
Desgraciadamente, el estado de concientización colectiva es tan pobre en la República Dominicana. No sólo acumulamos y fomentamos una cultura individualista, sino que no nos detenemos a aprender cómo erradicarla con educación, con la lectura, la reflexión y el pensamiento crítico y razonado de las cosas acorde a los nuevos tiempos. Debemos trabajar eso como individuos más que esperar soluciones del estado y el gobierno, los cuales, sin dudas, tampoco juegan su papel y, por el contrario, son cómplices de ese estado de ignorancia cognitiva. Una sociedad que no lee ni escucha; que no prioriza la educación y conciencia en valores, no tendrá el mejor derrotero. No alcanzará los mejores estadios del desarrollo.
No quiere decir eso que nos cerremos a la modernidad, al internet, a la bachata, el trap o el dembow. No quiere decir que no hagamos el amor ni disfrutemos del sexo, o no degustemos un buen trago de ron, whisky o vino; que compartamos un buen almuerzo, una cena o una parrillada con cervezas con familiares y amigos; que viajemos, vayamos a un buen restaurante o hagamos turismo interno. No quiere decir que sea bueno o malo el divorcio después que juras estar con tu pareja hasta que la muerte los separe. Nada es para siempre, ni la belleza, ni la alegría, mucho menos la tristeza. Todo es dialéctico y termina siendo cíclico. Lo que no debemos permitir es no avanzar en ese proceso.
De lo que se trata es que debemos hacer conciencia de nuestros roles individuales y colectivos ¿Qué estamos haciendo como individuos en medio de una sociedad en franco deterioro moral y ético? Pero más que eso, una sociedad que, como ya dije más arriba, no se detiene a LEER, PENSAR Y REFLEXIONAR, no sólo sobre sus actos per cápita de cada quien, sino cómo cada uno de nosotros contribuye a sembrar en otros una semilla de esperanza, de valores y de buena voluntad. Incitar a la lectura y el análisis reflexivo pueden ser un buen aporte a esta causa.
Pues aún estemos destruyéndonos como sociedad caníbal o individuos salvajes, aun sintamos que no vale la pena seguir luchando por una mejor sociedad o no tengamos futuro real, si hay "ACTITUD" para aprender del mensaje sincero de los ciudadanos/as preocupados y formados, ya esto es un avance. Entonces, podremos lograr nuestra reivindicación; dejar atrás los vicios peligrosos que nos ciegan o restan calidad humana; borrar el pecado, no para ser "santos/as", sino para ser mejores SERES HUMANOS. No es que ellos, portavoces del mensaje, tengan la razón o sean los sabios del sistema. Se trata simplemente de estar abierto al conocimiento sano, debatir y proponer, aun en medio de la simpleza académica que podamos exhibir. Solo así se construye el ideal (cuasi) perfecto de sociedad. Y para eso, tenemos que leer, pensar y reflexionar.
Ojalá podamos leer más allá de los textos. Ojalá podamos tener paciencia para dedicar cinco minutos de lectura –como se lo dedicamos a un video como "Despacito" o "Gangnam Style"– y así podrán ver las grandes cosas que podemos lograr. Comencemos con este ejemplo, el de leer y entender este texto que me he inspirado a escribir para todos aquellos/as que aspiran a un mejor entorno para sus vidas, sus familias, y toda la nación dominicana.
Espero que nuestro desahogo y reflexión toque la conciencia de cada uno al tomar la iniciativa de leer para crecer, en especial, en la presente temporada navideña, tiempo de paz y gozo familiar, con miras a un cambio de actitud frente a los retos que nos deparan en el nuevo año 2018. #AnD20.-