La publicidad gubernamental está hablando de una “revolución educativa”, desde hace unos 5 años. En el programa de gobierno del PLD 2016-2020 se habla de seguir profundizando los logros educativos de la primera administración presidida por Danilo Medida (2012-2016). Entre los que se destacan: la aplicación del 4%, la reducción del analfabetismo, la inclusión de un porcentaje importante de estudiantes en la jornada extendida, el aumento de los salarios de docentes y directivos, la capacitación de docentes y directivos y la reforma curricular sustentada en el enfoque por competencias.
En el discurso del Presidente Medina del pasado 27 de febrero, el gobernante habló de una “segunda revolución educativa” y se refirió a la necesidad de priorizar la formación de docentes, de tal manera que tengamos profesoras y profesores motivados y formados para mejorar la calidad y dignidad de los procesos educativos.
Según las últimas estadísticas que presenta la página del Ministerio de Educación, que corresponden al año escolar 2014-2015 en los niveles inicial, primaria, media y el Subsistema de Educación de Personas Jóvenes y Adultas había unos 2,782,826 estudiantes. Estos eran atendidos por unos 89,994 docentes, lo que incluye a directivos, coordinadores docentes y el personal técnico.
Es un hecho de que en estos años se ha incrementado la inversión en educación, con el esfuerzo por aplicar el 4% para la educación. Sin embargo, la mayor parte del dinero se ha empleado en la construcción de aulas, y en el programa de jornada extendida. Una menor inversión se ha hecho en la formación de maestros, en la actualización del Currículo, así como en los libros y textos que sirve de apoyo a los procesos de aprendizaje.
Otro aspecto a cuestionar es hasta qué punto es posible seguir manteniendo la inversión del 4% en educación, sobre la base de que una buena parte del dinero empleado proviene de una creciente deuda externa e interna y de que una buena parte del mismo se está quedando en las garras de la corrupción impune. La muerte del arquitecto David Rodríguez en la OISOE ha llamado a la atención nacional sobre la corrupción desatada en el ámbito de la construcción de escuelas.
Cuando se diseñó la lucha por la ejecución del 4% algunas personas nos preguntamos hasta qué punto era sostenible dicha inversión en una sociedad en la que lo que entra al fisco en impuestos es apenas un 14% del PIB. Y si es sostenible aumentar continuamente la inversión en educación sin que se haya aumentado significativamente los impuestos a los que más tienen y sin que se hayan fortalecido los controles públicos y comunitarios del dinero invertido en el 4%.
Recientemente he tenido la oportunidad de entrar en contacto con educadoras y educadores cubanos, al participar en un Congreso Pedagógico, en los primeros días del pasado mes de Febrero. Ellos tienen un sistema educativo catalogado como uno de los mejores del Caribe, América Latina y del mundo. Según las estadísticas dadas a conocer por el Ministerio de Educación de Cuba en el presente año escolar 2016-2017 tienen 1,757,887 estudiantes estudiantes. Divididos de la siguiente manera: 1,619,185 en los niveles inicial, primario y secundaria. 21,217 en cursos para trabajadores y trabajadoras y 117,000 en el Subsistema de Personas Jóvenes y Adultos. Para atender a los/as estudiantes tienen 235,158 educadores, entre maestros, directivos y personal técnico. Esto significa que el sistema tiene asignada una persona en promedio para cada 7 estudiantes.
El sistema educativo cubano se caracteriza por su descentralización. De hecho los maestros y maestras son contratados en las direcciones municipales de educación, organismo que se encarga de darle seguimiento a los centros educativos. El centro educativo envía un reporte mensual a la dirección municipal sobre el desempeño de las y los docentes. Los docentes tienen un riguroso seguimiento y un ordenado proceso de formación continua. Los incentivos económicos están en función de una continua evaluación de desempeño relacionada con los logros y avances de las y los estudiantes.
El sistema cubano es el fruto de una revolución social y política que prioriza lo público sobre lo privado. Está además en continuo proceso de perfeccionamiento como el que se está desarrollando en la actualidad. Ese proceso cuenta con una inversión pública que sobrepasa el 10% del PIB, el más alto en toda América Latina y el Caribe. Además, la mayor parte de las y los docentes y directivos del sistema educativo entienden su trabajo como una labor social al servicio de la “revolución”.
En definitiva, en el contexto dominicano no es apropiado hablar de “revolución educativa”, pues en nuestro sistema económico, dependiente del capitalismo neoliberal, la educación pública, la propia de las clases populares, no suele ser una real prioridad para las autoridades educativas de los gobiernos de turno, que suelen responder, por lo general, a los intereses de los grandes grupos empresariales.
Una clase gobernante que fundamenta su actuar en la corrupción, la impunidad, así como en un sistema clientelar y asistencial, no está en capacidad de promover ni permitir la generación de un sistema educativo que promueva una educación digna para la mayoría del pueblo dominicano. No obstante todo esto, es necesario seguir apoyando, promoviendo y apostando a mejoras parciales en el sistema educativo; entre las cuales es necesario priorizar la formación ética, ciudadana y política de estudiantes, docentes y directivos, para asumir una ciudadanía crítica y comprometida con el necesario proceso de transformación de la sociedad dominicana.