A principios del siglo pasado se empieza a hablar del etnocentrismo. El sociólogo estadounidense William Sumner, lo definió como “la forma de ver las cosas en la que el propio grupo es el centro de todo y todos los demás grupos son ordenados y evaluados en relación a él”. De esta concepción parte la idea que considera al propio grupo como modelo o superior, y el que debe servir de base para comparar a los demás grupos, considerándolos inferiores o deficientes. Más tarde, la antropología, como ciencia social, elaboraría el concepto para denominar la tendencia de un grupo social o persona a interpretar la realidad, juzgarla o cuestionarla en base y a partir de sus propios parámetros culturales, considerando sus propias prácticas culturales como superiores a las de otros grupos.

El tema viene a cuento por la moda del momento en nuestro país: el tema migratorio. Y, claro está, la UNICA MIGRACIÓN visible, la de los ciudadanos haitianos.

Enfrentamos en nuestra sociedad el problema del etnocentrismo, y ya que se habla tanto de inmigración, se me ocurre llamar la atención sobre el tema. Tenemos en la Dominicana una sociedad formada por inmigrantes. Italia, España, Francia, China, Líbano, Israel, Estados Unidos y diferentes países africanos han aportado poblaciones para conformar histórica, social, económica y culturalmente a la sociedad dominicana.

Como exponemos más arriba, el etnocentrismo es el fenómeno cultural mediante el cual se considera la cultura propia, el marco para medir la cultura de los demás, en el que se considera a la cultura propia como superior y en cuyos términos se debe juzgar y calificar la cultura y los comportamientos de otros. Estas diferencias son lo que conforma la identidad cultural de cada grupo social.  Y si contamos en nuestra sociedad con tantas formas culturales, el problema social es inmenso, puesto que cada uno de estos grupos, que se conforman en microsociedades, apartadas social, económica, política, geográfica y culturalmente, entonces tendremos un hervidero, una olla de presión, constantemente en disposición de explotar al más mínimo resquicio de roce.

A pesar de que tenemos tantos orígenes culturales, nunca he escuchado sobre grandes conflictos por la comunidad china establecida en el país, por la judía, por la árabe o la italiana. El grupo cultural que molesta y hace roncha es el procedente del África. De la misma forma como se heredan los rasgos biológicos, a través de los cuales los niños de los chinos nacen con ojos oblicuos y los hijos de los descendientes europeos nacen con pelo lacio, BONITO, se heredan, y no biológicamente, sino a través de la transmisión por la enculturación, o enseñanza de los valores culturales a las siguientes generaciones, dichos cánones de comportamientos y símbolos que sirven para mantener, de igual forma, la identidad cultural de cada grupo.

Los descendientes africanos en nuestro país, lo sabemos muy bien, tienen su pasado en la esclavitud y la explotación. Uno de los ejemplos más extremos de etnocentrismo en nuestro continente y en nuestra historia lo es el de la colonización europea, mediante la cual se violentaron poblaciones mediante el exterminio y la explotación laboral, destruyéndoles su lengua, su religión y su forma de vida e imponiéndoles la de los conquistadores, basados precisamente en la consideración de que sus cánones culturales eran, y son, superiores. Si mal no recuerdo, en este mismo año, hubo conflictos sociales en el Este del país por la prohibición para la realización de fiestas de los guloyas, manifestaciones culturales de ascendencia africana que se quiere relegar y desconocer en nuestra sociedad.

Es por estas situaciones que el etnocentrismo es una tendencia peligrosa. Se encuentra en la base del racismo, la xenofobia, la discriminación. Las creencias etnocéntricas de superioridad crean conflictos por sentimientos de desconfianza y temor hacia el otro, así como separación física entre los grupos. Otro elemento que se encuentra en la base de este fenómeno es el desconocimiento que tenemos sobre el otro. Y de hecho así es. No conocemos, ni reconocemos la historia ni las costumbres, ni las valoramos. Recordemos el conflicto que tuvo el Ministerio de Educación Superior al negarle una beca a una aspirante por el hecho de tener su pelo rizo. Es de todos conocidos que no es posible accesar a un puesto de trabajo en grandes empresas o instituciones "reputadas" si no te desrizas el cabello, por aquello de tener "buena presencia". Estas formas de segregación social, para mí, se encuentran en la base de la mal llamada inseguridad ciudadana, fenómeno muy complejo que requiere de un abordaje serio y responsable.

Es muy preocupante que el tema de la inmigración se mire solamente con el ojo del etnocentrismo, cuando tenemos una frontera real en los aeropuertos y por donde acceden a nuestro territorio, de manera legal pero invisible a nuestra parcializada visión, todo tipo de nacionalidades y razas que dañan nuestra sociedad, como los europeos que prostituyen menores a través del turismo, o los estadounidenses y colombianos que trafican libremente con drogas, pero cuyo acceso al país no es cuestionado por nadie, porque el cuestionamiento de la inmigración, y hasta su valoración de legalidad depende del etnocentrismo y el racismo con que valoramos la inmigración.

Ojalá podamos tomar en cuenta el respeto, la tolerancia, el cumplimiento de la ley por todos y para todos, para que el etnocentrismo y el racismo no sean la base de mayores conflictos para nuestra sociedad. Trabajemos por ello.