En nuestro programa D’ Etica TV tuvimos la oportunidad de conversar con el experto en migración, Francisco Escolástico, sobre el problema de la relación entre ética y migración. (https://www.youtube.com/watch?v=TPu3d4r3gR4&list=PLA8gSqhx0azdYbj89OXSiEBG2z8eLXS5-).
Muchos de los que aspiramos a vivir en una sociedad plural y dialógica partimos del supuesto de que el diálogo debe realizarse solo entre quienes compartimos un sistema de principios intelectuales, incurriendo en lo que Karl Popper llamó “el mito del marco común”.
Además, pensamos que el diálogo no debe incluir a los migrantes, vistos con frecuencia como una amenaza a nuestra economía y a nuestros valores culturales en vez de copartícipes de un proyecto ciudadano.
Como afloró en nuestro programa, el tema migratorio se emplea con fines políticos para desviar la atención de otros problemas como: la corrupción, la inoperancia del sistema judicial o el desencanto social.
Se recurre al argumento de la defensa de una soberanía mal entendida, porque la misma se asume como aislamiento y compromiso con una etnia y una cultura inmutable; no como un compromiso colectivo hacia unas leyes que rigen nuestro espacio local en un mundo global.
Se mira a la persona migrante como “chivo expiatorio”. Se le deshumaniza violando sus derechos, negándole una dignidad que no está subordinada a las fronteras nacionales.
Como nos señala Escolástico, “el modo en que trato a los demás, sean o no de nuestra tribu, nos humaniza o deshumaniza, por lo que debemos promover una ética de la migración que coloque a la persona como fin y cultivar la filosofía como indignación hacia determinados estilos de vida que normativizan el rechazo al Otro que nos interpela.