En la dialéctica de la naturaleza, caracterizada casi siempre como fuente intrínseca y medular en su contenido, como de cuerpo binario, trae consigo los días y las noches, la luna y el sol, el hambre y la saciedad, el amor y el desamor, lo bueno y lo malo, la adversidad y la oportunidad. No hay cosa mala que no traiga consigo algo bueno y viceversa.

Lo de ODEBRECHT desnuda el lastre y el estado de postración y putrefacción de un componente importante de la clase política de América Latina en general, y de la sociedad dominicana en particular. Todo el entramado de operaciones estructurada desvirgó la añoranza nostálgica de la reivindicación de la honestidad y la honradez de aquellos que solo se contonean en la vileza, el cinismo, la simulación y el engaño.

Brasil, exportador de la más grande corrupción de América Latina, visibilizada por ahora en 11 países, nos da algunas lecciones: A pesar de ser el engendro y el constructor de la más feroz alianza de la corrupción pública-privada, con 77 funcionarios presos de la firma referida y más de 200 políticos en una mega corruptela, sin embargo, en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, éste coloso país quedó mejor situado en el ranking y en la puntuación que los 11 países sobornados. Veamos:

 

1) Brasil (40 puntos de 100);

2) Panamá 38 “

3) Colombia 37 “

4) Argentina 36 “

5) El Salvador 36 “

6) Perú 35 “

7) Ecuador 31 “

8) Rep. Dominicana 31 “

9) Guatemala 28 “

10) Venezuela 17 “

11) Angola 18 “

12) Mozambique 27 “

 

La alianza ODEBRECHT-Petrobras y BNDES es lo que se denomina una captura del Estado, donde desde las más altas instancias de los funcionarios de ODEBRECHT, de Petrobras y de BNDES, incluyendo Jefes de Estado, se agruparon en esa estructura mafiosa estructurada, mejor diseñada e institucionalizada. No obstante, el Poder de la Justicia como contrapoder en un Estado democrático, ha venido jugando su papel en Brasil. Por ello, la corrupción es validada mejor que los países sobornados, que recibieron las coimas.

¿Por qué se producen con tanta sistematicidad esos abusos de autoridad, tráfico de influencia, prevaricación, cohecho, sobornos, nepotismo, padrinazgo, corrupción administrativa y captura del Estado en la República Dominicana y, sobre todo, en los últimos 12 años?

Quien se apropia de lo público, quien se corrompe obtiene un beneficio en perjuicio de la sociedad. El engaño y estafar sin ningún tipo de escrúpulo constituyen el axioma que daña todo el cuerpo social al repercutir esto en la pobreza, en el desempleo, en el hambre, en la injusticia, en la salud y lo más desgarrador, hasta en la muerte.

Tenemos factores sociales y culturales que gravitan en nuestra sociedad, para empujar a la corrupción y a la impunidad. Esos factores que coadyuvan con la corrupción son:

  1. Político;
  2. Económico;
  3. Administrativo;
  4. Sociales;
  5. Capital Institucional;
  6. Capital Social

Lo que más caracteriza a un verdadero profesional de la política es su fuerte convicción por la justicia social, por su lealtad a los principios normativos y jurídicos de su país y la profunda vocación de servir al colectivo, creando y recreando políticas públicas que se conviertan en círculos virtuosos para producir más bienestar y calidad de vida a las personas.

Los factores Internos que propician y mellan el hoyo de la corrupción son ingredientes del individuo que la posibilitan, entre ellos:

  1. Anhelo de poder;
  2. Vacío existencial;
  3. Avaricia;
  4. Codicia
  5. Falta de Capital Humano.

Los factores internos y externos que impulsan la corrupción interactúan entre sí para fortalecer el comportamiento delictivo de los delincuentes políticos. Puede incluso, en la conducta delictiva, aparecer trastornos de personalidad que lleve a los individuos a componer su estrategia delictiva, llegando a creer que todo es normal.

Para disminuir ese flagelo, esa pandemia que destruye y lacera la existencia social de un pueblo, se requiere aunar dos elementos vitales:

  1. Presión social;
  2. El fortalecimiento Institucional.

Urge dejar la mera cortesía con aquellos que drenan las arcas del Estado, se requiere aplicar el ostracismo social o lo que se llama el Control Social Informal, mientras comenzamos a caminar en el Control Social Formal (la Justicia, la Institucionalidad).

Es apremiante en nuestra sociedad ver que los defraudadores del Estado vayan a la justicia, como tuvieron que ir los banqueros por violar las leyes. No podemos seguir permitiendo que los funcionarios, que deben de velar por el patrimonio público, se constituyan en una casta tan especial, inmune a toda sombra de persecución. Esos actores de la flagelación social son hoy por hoy un linaje, una estirpe, que fraguan su riqueza al galope, a la velocidad del guepardo y la pantera.

ODEBRECHT ha devenido en desenmascarar lo que ya advertíamos: la crisis institucional, forjada en el peso trepidante de la mega corrupción. En la ausencia de una ética pública aplicada a la política y a la administración pública. A robustecer que no basta un cuerpo normativo, de control, de fiscalización formal, de sanciones institucionales. Los diques de contención trascienden esos necesarios mecanismos, se requiere una nueva forma de hacer política, una visión de que la política no es igual a negocios, robos y latrocinio.

Como diría Aristóteles “El cargo público es el que dará a conocer al hombre”. Ya conocemos a muchos hombres que han sido funcionarios en los últimos 20 años. Más que generadores de confianza, mientras más hurgamos en el conocimiento de sus acciones y decisiones, nos asombramos de sus faltas de decencia, porque permitir ser sobornados ha de ser el signo más horripilante, degradador y espantoso de un ser humano. ¡Una coima recibida es la bajeza, la infamia, la indignidad de alguien que se llama persona y no llega a la categoría de apestoso y despreciable! ¡Indigno, que no vale ni una menta verde. Esa crisis institucional creada por la perversidad de los que nos han dirigido son los que han arrimado esta crisis de confianza y de anomia social!