La Cuarta Revolución  Industrial es aliada de la “revolución” de la Inteligencia Artificial. La IA presenta una “virtuosidad tecnológica” que la hace imprescindible para las transformaciones industriales y científicas del siglo XXI.

Hay “competencias” que   colocan  la IA el centro de la Cuarta Revolución Industrial: la capacidad para analizar imágenes de alta resolución procedentes de satélites, drones o escáneres médicos. Mejorar las respuestas a emergencias humanitarias. Aumentar la productividad agrícola y ayudar a los médicos a detectar el cáncer de piel u otras enfermedades.

La IA, además,  reviste capital importancia  para el análisis de datos sobre el cambio climático y la elaboración de modelos climáticos basados en IA, permite predecir los problemas, emergencias  y catástrofes climáticos. También está ayuda a crear ciudades inteligentes y sostenibles.

Permite rastrear la migración de la vida marina, las concentraciones de vida bajo el mar y las actividades pesqueras para mejorar los ecosistemas marinos sostenibles y evitar la pesca ilegal.  Puede utilizarse para optimizar y evaluar los aprendizajes de los estudiantes. Sirve como herramienta para acelerar el progreso de los ODS de las Naciones Unidas,

Pero la aplicación de la IA también presenta  riesgos e incertidumbres. En esos casos resulta fundamental aumentar “el cuidado de los límites de la IA, así como la forma de asumirla para garantizar que en su uso y aplicación prime el beneficio común, la seguridad, la confiabilidad y la responsabilidad”.

Esta aspiración remite a  la IA  al campo de la Ética y a la reflexión permanente  sobre  temas éticos vinculados a la misma.  Siendo un objetivo fundamental para la sociedad el incluir la ética en los algoritmos que rigen la Inteligencia Artificial.

El desarrollo de la Inteligencia Artificial debe ir acompañado del desarrollo de la ética asociada con esta tecnología. En esta tarea serán tan importantes los filósofos y estudiosos de temas éticos asociados a la inteligencia artificial como  los ingenieros y científicos de datos.

La filósofa y catedrática de Ética de la Universidad de Valencia Adela Cortina (2019), defiende la necesidad de crear un “marco de confianza”, desde la ética, para que el proceso de digitalización y la Inteligencia Artificial sean “justos e inclusivos”.

El debate ético  en la Inteligencia Artificial se está dando en todo el mundo. Afortunadamente se está generando una creciente toma de conciencia de los aspectos éticos de la IA, no solamente a nivel de estados  sino también por parte de las empresas. ¡Se observa todo un movimiento mundial en este vuelco a la Ética de la IA!

 En abril de este año, La Comisión Europea, presentó nuevas normas y medidas destinadas a convertir a Europa en el centro mundial de una Inteligencia Artificial (IA) digna de confianza. Un marco jurídico sobre la IA y  un nuevo plan coordinado con los Estados miembros que garantizará la seguridad y los derechos fundamentales de las personas y las empresas, al tiempo que reforzará la adopción, la inversión y la innovación en materia de IA en toda la UE.

En septiembre del 2021, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, planteó que inteligencia artificial “puede ser una fuerza para el bien, que ayude a las sociedades a superar algunos de los mayores retos de nuestro tiempo”.

Planteó también  que “las tecnologías de IA también pueden tener efectos nocivos e incluso catastróficos, cuando se emplean sin prestar la debida atención a su capacidad de vulnerar los derechos humanos”. En este sentido propuso la “urgente necesidad” de establecer una moratoria a la venta y el uso de los sistemas de inteligencia artificial (IA) que amenazan gravemente los derechos humanos.

En los Estados Unidos la Ética de la IA está contenida en “Los 10 Principios o Decálogo sobre Inteligencia Artificial. El Decálogo está compuesto principalmente por tres grandes objetivos: “El primero es garantizar la participación pública, el segundo limitar el exceso regulatorio y el tercero promover una Inteligencia Artificial fidedigna, justa, transparente y segura”.

A finales del 2020, China adoptó un Código Ético de la IA. El documento se  tituló  “Especificaciones Éticas para Inteligencias Artificiales de Nueva Generación”. Enfatiza la importancia de que los modelos de IA sean «controlables» y «fiables», y que  esta tecnología se emplee para mejorar el bienestar humano. Así como promover la transparencia y la justicia y proteger la privacidad y seguridad.

También el Vaticano a través de la Pontificia Academia para la Vida del Vaticano, en conjunto con los presidentes de IBM y Microsoft, firmó un documento en el que se hace un llamado al uso ético y responsable de las tecnologías de Inteligencia Artificial (IA). Enfatizando que la IA “debe respetar la privacidad, trabajar de manera confiable y sin prejuicios, considerar los derechos humanos y operar de manera transparente”.

 A finales del año pasado el Gobierno de  Putin también aprobó un  “Código Ético para la Inteligencia Artificial”.  Además de restricciones administrativas y legislativas, constituye  un código ético interno de trabajo (de la inteligencia artificial). Se destaca que los robots humanoides no podrán reemplazar a las personas, ni tampoco a un jefe de Estado.

La preocupación por la Ética de la IA está presente  en Latinoamérica. El SumMIT 2020 reunió a líderes de América Latina en los sectores de la industria, el gobierno, la academia, la sociedad civil, organismos internacionales, para discutir las oportunidades y los riesgos que los países pueden enfrentar al aumentar la adopción de sistemas de Inteligencia Artificial.

A nosotros en el país el tema nos invita a iniciar el diálogo. Tal como sucede en el  Comité de Expertos de Alto Nivel en Inteligencia Artificial de la Comisión Europea, “que no sólo está formado por expertos del ámbito de la tecnología, sino que se extiende a filósofos, psicólogos, sociólogos y economistas”. ¡Comencemos con mente abierta!