Por lo visto, en Canadá también se cuecen las habas de la estupidez. Porque ¿en qué cabeza con sano juicio y un chin chin bien informada (supongo que Ottawa tiene todavía una embajada aquí con gente que ve y oye) cabe la fabulosa idea paternalista de regalarles 250 casas a otras tantas familias de inmigrantes ilegales haitianos? ¿Dónde se ha visto eso? ¿Qué aportan los canadienses con una acción tan absurda, que no sea echarle gasolina el fuego, con el peligro hasta de provocar (y no podemos admitir ese riesgo) una tragedia xenofóbica?