Desde la conceptualización marxista, estructura se refiere a “una totalidad articulada compuesta por un conjunto de relaciones internas y estables que son los que determinan la función que cumplen los elementos dentro de una totalidad”. En el campo de esa estructura coexisten la estructura económica y la estructura social. La estructura económica constituye el conjunto de las relaciones de producción.

La estructura social no dimana de manera automática de la estructura económica, guarda cierta autonomía, una relación dialéctica, empero, en gran medida está determinada por la primera. La estructura social o sistema social, es la forma como está configurada la sociedad como parte de la superestructura, esto es, la parte consustancial al conjunto de aparatos jurídicos políticos. Dicho de otra manera, es la forma de organización social. Descansa, por decirlo así, en la estructura jurídico-política y la estructura ideológica. Nos encontramos pues, en presencia del Estado y el derecho y de la forma de la conciencia social.

La estructura social expresa el “equilibrio relativo entre la influencia de la sociedad sobre el individuo y la libertad del individuo para actuar y dar forma a la sociedad”. La estructura social puede ser objetivizada en la perspectiva: Institucional, Relacional e Incorporada. La estructura social moldea y conforma a los individuos dentro de la sociedad. La estructura social decanta el sistema de las relaciones, interacciones entre los individuos, grupos, clases sociales, familias. Sin embargo, ellas quedan determinadas, mediadas por la estructura económica. Anthony Giddens en su libro Sociología considera la estructura “como las reglas y recursos que permiten que las prácticas sociales se reproduzcan en el tiempo, no como fuerzas externas abstractas y dominantes”. La estructura social puede describirse, señala Giddens, “como las vigas de un edificio o el esqueleto de un cuerpo…”.

Miguel Beltrán en el libro de Estructura Social, coordinado por Antonio Lucas Marín, define la misma como “el modo en que las partes de un sistema social (individuos, organizaciones, grupos) se relacionan entre sí y forman el todo, pudiendo eventualmente presentar sucesivos y diferentes conformaciones o transformaciones sin que sea por ello otro el sistema social en cuestión”. Como diría Berger y Luckmann, el individuo construye la sociedad y la sociedad forma al individuo.

Si la estructura social acusa una mayor dimensión cuando pauta todo lo atinente a la desigualdad, en la sociedad dominicana asume ésta y al mismo tiempo se degrada ella misma aún más, cuando no refuerza con las acciones y decisiones de los políticos el equilibrio entre el Estado y el derecho y las formas de conciencia social. La estructura social que permea al Estado y con él, al cuerpo normativo que le debería su razón de ser, la Constitución; adquiere una disociación que nos hace una sociedad sumamente premoderna, con todo lo que ello implica para los ciudadanos (70%) que están situados económicamente en la franja de: indigentes, pobres y vulnerables

Tenemos una Constitución del 2010 que establece en su Artículo 7: Estado Social y Democrático de Derecho. El Artículo 38 especifica: La Dignidad humana y el 40 expresa Derecho a la libertad y seguridad personal. Y el 42 nos habla del Derecho a la integridad personal. Esa Constitución prohíbe la pena de muerte, sin embargo, en la praxis, sus gobernantes realizan actos de barbarie ya que la pena de muerte, en algunos países conlleva un largo proceso judicial.

Aquí desde el 1998 se instauró desde el Estado mismo, formas extrainstitucionales, extralegales de asesinar personas por una de las instituciones más coercitivas: la Policía Nacional. Cada año mueren, generalmente jóvenes, más de 250 en manos de esa tenebrosa organización. Esas muertes en “alegados” intercambios de disparos sin ningún juicio, sin ni siquiera oírlos, son asesinados salvajemente. Después de casi 20 años en esa deleznable e ignominiosa conducta de matar a hombres y mujeres que “cayeron” en comportamiento desviado, delictivos, la delincuencia no ha disminuido. Cuasi 6,000 seres humanos han caído a lo largo del interregno referido.

La estructura social, como dimensión dinámica, que incorpora nuevas formas de interactuación, o como diría Bourdieu “Habitus”, esos “Habitus” pueden ser, en su proceso de construcción, de diseño o rediseño, en el abordaje económico, social, político o cultural, contraproducente, en contradicción con las leyes, con la Constitución, con el Estado de Derecho.

La Policía ni nadie debería cometer un asesinato tan ruin, vil y atroz como el que se perpetró contra el joven Rubén Darío Hipolite Martínez, alias Moreno 27. El joven se iba a entregar. Lo masacraron frente a tres niños. ¡Por suerte él mismo y los vecinos lo grabaron antes de que lo acribillaran! De lo contrario, esos asesinos hoy no fueran investigados. Se hubiese quedado como dijo esa malograda y malhadada institución del “orden”.

Es por ello que en los principales estudios que diagnostican a la sociedad y sus instituciones queda en un ranking penoso. En el Foro Económico Global del Índice de Competitividad obtuvo una valoración de 132/137 países. En Gallup/Hoy del primero de octubre del presente año sacó 23 de 100. Solo está percibida como menos mala que los partidos políticos.

Es una política de Estado, que es en lo único que tres presidentes han estado de acuerdo: atropellar y asesinar jóvenes pobres, a rateros, a ladroncitos; creados en gran medida por sus políticas públicas de desigualdad. Son aporofóbicos, matan a los pobres que cometen fechorías en las calles, empero, no hacen lo mismo con los delitos de cuello blanco y la delincuencia política. La Policía, constituida en un 80% por personas pobres, rechaza al pobre en una aporofobia de alienación y subordinación que lo lleva a exterminar a los que son de su misma génesis social.

La delincuencia no se termina con la política de desaparición física que desde el Estado se ha conducido, sino con políticas de empleos, de deportes, de educación, de formación y capacitación para insertarlos socialmente. De cada 100 jóvenes y adolescentes que deberían estar en el sistema educativo, 50 están fuera y 33 no trabajan y 23 están desafiliados institucionalmente. ¡Bomba social que no termina con balas!