Lo propuse desde un principio y me hicieron caso, las ciudades y barrios son los ejes decisivos para contener la pandemia de Covid-19. Hace 15 años, el alcalde de Porto Alegre-Brasil, Joao Verle y el alcalde de Barcelona-España, Joan Clos presidieron el IV Foro Mundial de Autoridades Locales. Lideraron en ese momento, la Agenda 21 de Cultura. Un acuerdo entre ciudades que por primera vez en la historia de la gestión municipal, impulsó que “la cultura fuera un eje central de las políticas municipales”. Quien hubiera imaginado que estas herramientas estarían vigentes y podrían ser de impacto en esta pandemia de Covid-19.
Aunque muchos no lo han asociado todavía, la planificación estratégica territorial, la gestión cultural, el presupuesto participativo y el control de una pandemia son políticas que concurren exitosamente en muchas ciudades de Iberoamérica. Especialmente son vitales para que Santiago formule con eficiencia dos herramientas contra la pandemia: la contingencia epidemiológica y la reactivación económica.
El brasileiro Verle, como economista había promovido el presupuesto participativo. El catalán Clos como epidemiólogo y salubrista, fue organizador de primera línea de la planificación estratégica urbana y decisivo impulsor de nuestro Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU). Joan Clos como alcalde fue continuador de la transformación de Barcelona iniciada por el alcalde Pasqual Maragall.
Fue el epidemiólogo Joan Clos que como Alcalde (1997-2006) de Barcelona fortaleció la planificación estratégica territorial. De octubre de 2010 a enero de 2018, fue el director ONU-HABITAT. Hoy una de sus creaciones, el Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico CIDEU promueve herramientas de trabajo para enfrentar la pandemia en 140 ciudades.
Vale destacar que desde sus orígenes, el presupuesto participativo (PP), la planificación estratégica urbana (PEU) y la agenda de cultura (AC) coexistieron metodológicamente entramados. Originalmente la idea de formular una Agenda 21 de la Cultura intentó reconocer los retos de cultura y el desarrollo que la humanidad debe afrontar en este siglo XXI. Se identificaron puntos críticos y se enumeraron aquellos ámbitos donde más claramente se pone de relieve la dimensión cultural del desarrollo.
La relación desarmonizada entre cultura y desarrollo conduce al origen u multiplicación de la epidemia de Covid19 desde China hacia el mundo. Realidades culturales de la alimentación asiática riesgosa, las formas cómo en hacinamiento se reside en las ciudades chinas y su bajo acceso a niveles de higiene urbana y personal, son factores precipitantes de esta pandemia.
En esta pandemia Santiago de los Caballeros es eficiente porque ha sabido relacionar ciudad, cultura y dinámica de prevención. La “Cultura para el Desarrollo” pone en juego el escenario correcto para controlar la pandemia. Se desconoce que Cultura y Desarrollo hacen sinergia en las intervenciones de políticas públicas. Si se pretende desarrollar “la educación” debe hacerse con herramientas culturales que modifiquen hábitos y el aprendizaje de conocimientos. Igualmente, si planteamos un nuevo abordaje de promoción y prevención en salud, es porque utilizaremos la cultura para cambiar el modo de vida patogénico generador de enfermedades en los grupos sociales.
Si valoramos ordenar el territorio, asegurar sostenibilidad ambiental contener el cambio climático y controlar esta pandemia, es porque la cultura nos permitirá nuevos abordajes para transformar el consumo humano, darle coherencia ambiental a la producción industrial o crear nuevo metabolismo urbano amigo del medio ambiente y las fuentes de agua. Que prevenga ésta y otras pandemias que vendrán en esta tercera década del siglo XXI.
Sabemos que “cultura” expresa el acervo histórico de atributos, credos, convivencias, costumbres, tradiciones, imaginarios, sistemas de valores y prácticas simbólicas. El “desarrollo” por su parte, construye futuros, y nos refiere a planes, metas, capacidades, expectativas y calidades cumplidas. Si se planea construir el porvenir y asegurar la mejoría de calidad de vida, la manera de hacerlo, es utilizar inteligentemente la articulación de cultura y desarrollo.
La cultura debe dejar de ser el adorno de menor valor entre las ciencias duras para pensarse precisamente como ese fluido asociado a la vida y a las funciones del Ser, el Estar y el Hacer. De todos los autores consultados en el tema “cultura y desarrollo”, el economista bengalí (India), Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, es el que mejor formula un abordaje general.
Amartya Sen, subraya la libertad como parte esencial del modo de vida de muchas culturas, y resalta las relaciones de libertad y desarrollo. Precisamente, la Agenda de Cultura para el Desarrollo, subraya que las libertades son el objetivo primario del desarrollo, así como también su principal medio. El desarrollo es la libertad de utilizar las capacidades, habilidades y oportunidades de los seres humanos para alcanzar un “funcionamiento” o realización de un nivel de vida obtenido por los bienes alcanzados. La cultura para el desarrollo implica el logro de nuevas herramientas preventivas contra el Covid 19 y otros procesos y fenómenos de masas en salud.
Muchas investigaciones del tema reconocen que Amartya Sen “amplió la concepción del desarrollo” haciendo que “la cultura” se convirtiera en una de las dimensiones fundamentales para expandir las libertades humanas. Los vínculos entre cultura y desarrollo se volvieron cercanos, y ahora en el contexto de esta pandemia, es el momento de usarlos. La cultura genera desarrollo, pues amplía “diversos tipos de libertades” y asimismo el desarrollo, fomenta la cultura de prevención de las enfermedades. Esta relación virtuosa multiplica las capacidades de actuación para asegurar calidad de vida, inclusión, sostenibilidad ambiental y ciudades saludables que armonizan el medio social, el medio construido y el medio natural.