Es en el mito de la libertad individual donde se funda el engaño del sufragio. ¿Se pueden realizar en la República Dominicana actual unas elecciones verdaderamente libres?  ¿Ése instante en que echo mi voto en la urna me hace libre? ¿Vivimos en una democracia?  ¿Puedo yo engreírme de una “libertad” indiferente, si domestican mi hambre, si me controlan por la miseria, si los lazos que me unen al mundo real lo adulteran con propagandas, con mentiras? ¿Qué democracia es ésta, en la cual un Partido-Estado maneja todos los tinglados de la manipulación colectiva: poder ejecutivo, cámara de diputados, senado de la república, cámara de cuentas, fuerzas armadas, poder judicial, organismos de seguridad, instrucción, organismos de beneficencia, presupuesto público, estructura del cobro de los impuestos(usada como poder de intimidación), etc. Pero, además, desnaturaliza el papel de la prensa por la vía del dinero, coopta lo que deberían ser los valores espirituales prostituyéndolos sin piedad, y encima de esos privilegios domina sin ningún escrúpulo tanto a la Junta Central electoral como al Tribunal Superior Electoral.

Aquí nadie se puede hacer el Suizo, todo el que observa la historia  en movimiento que estamos viviendo, se puede percatar de la abrumadora superioridad de los recursos del partido oficial, de la apabullante ostentación de riqueza, del despliegue inverosímil de la inequidad que supone la manipulación ciudadana a través de esta maquinaria de corrupción. La senadora Cristina Lizardo tiene un barrilito de más de sesenta millones en cuatro años. Reynaldo Pared cerca de cincuenta. ¿Pueden ser libres, entonces, éstas elecciones del 2016? Lo cierto es que el PLD no sabe ya competir en igualdad de condiciones, y es la plutocracia emanada de la corrupción histórica, junto al secuestro de las instituciones, lo que le garantiza la continuidad en el poder.

En cualquier escenario que coloquemos las elecciones del 2016 el diálogo vuelve a recomenzar. No es posible ir a un debate electoral con una Junta Central Electoral como la que tenemos, y mucho menos con un Tribunal electoral que es una prolongación del Comité Central del PLD, porque el dominio de ésas instancias expresa una garantía de que no ocurrirá lo que el PLD debe evitar, ya que si el PLD perdiera, pierde algo más que el poder político. En el PLD el verdadero candidato es el Presupuesto. Es cierto que el Presupuesto es el gran candidato de las elecciones dominicanas, puesto que ya no existen proyectos sociales; pero éste fenómeno sociológico es la base de la “unidad” del PLD, el fundamento de su accionar en la campaña. ¿Ha descansado en el debate de las ideas o en la posesión del dinero, el liderazgo de Leonel Fernández? Quien mejor lo sabe es él, por eso tejió el poncho de la impunidad con el dominio de la justicia.

Si la oposición atomizada y dispersa se lanza a unas elecciones con una Junta Central Electoral como la que tenemos, y con un Tribunal Electoral descaradamente parcializado; el resultado está garantizado de antemano. La realidad del sufragio se puede disfrazar de democrática, pero el espesor de la corrupción, la amplia franja de la pobreza y la ignorancia la convierten en una caricatura de la libertad. La República Dominicana es una nación secuestrada, y no hay libertad sino en la elección de un comportamiento humano que no brota del temor, de la miseria o de la ignorancia. Soy libre en la medida en que mis actos expresan mi voluntad no condicionada.  Pero si mi propio yo es abolido, si la verdad es puro resplandor de charlatanes de feria, si en un  mismo golpe extendido hasta el infinito se ha borrado todo vestigio ético, toda solidaridad verdadera; bastará un eructo del  Zar Roberto Rosario para que todo el mundo real sea adulterado.

Es en el mito de la libertad individual donde se funda el engaño del sufragio. Y si las elecciones del 2016 tienen como telón de fondo el decorado de esos jueces, son, desde ya, un fraude.

¡Que lo sepan los partidos de la oposición!