Nueva York.-Las hermosas convenciones republicana y demócratas de las últimas dos semanas, simbolizaron una auténtica “estética de la decadencia”. La principal democracia occidental debe escoger entre Hillary Clinton, con 24 años de fracasos documentados, y Donald Trump, un hombre grosero, empresario exitoso, sin experiencia de estado.
Ambos candidatos evidenciaron la división nacional, pero extrañamente están de acuerdo en asuntos puntuales donde nunca debieron coincidir.
Resulta súper fascinante que Trump y Hillary prometieron aumentar las regulaciones bancarias. Trump, se entiende, no necesita los bancos aunque su partido si. Hillary está financiada por Wall Street, ella acumuló millones dándoles “conferencias” a los banqueros. Bill Clinton eliminó las regulaciones bancarias ahora Hillary amenaza en público con revertirlas, ¿morderá las manos que la alimentan, es esto una auténtica”demagogia orgánica”?
También coincidieron en la decadencia total de la nación.
“El sistema”, dice Trump, no funciona. El pinta un retrato sombrío de la situación en todos los órdenes, preparando el escenario para su propuesta “Hacer a América Grande Otra Vez”, y asegura “yo sólo arreglo esto”.
Trump ha hecho incontables tropelías empresariales que son indefendibles como “honestas o morales” pero fueron “legales” dentro del sistema creado por la clase política que Hillary representa.
Hillary pinta un panorama soleado y hermoso, porque desde 1992 está en el centro de las principales decisiones políticas nacionales, ella es co-autora de nuestra situación actual.
Y coincide con Trump.
“El sistema económico no funciona”, admite Hillary, porque “nuestra democracia no funciona”, como dice Trump. Cuando los supuestamente polos opuestos coinciden, aceptemos esa “coincidencia” como lo más cercano posible a una verdad universal. La nación sufre una insostenible decadencia económica, política y social.
Ambos candidatos son altamente rechazados, representan el orden decadente. Todo en las convenciones discurrió con orden, pulcritud, precisión y elegancia, evocando esa indiscutible estética de la decadencia.