En este año político que iniciamos se definirá el futuro inmediato, y también mediato, del PLD y de las diversas componentes del espectro opositor. Si Danilo logra pasar su candidatura a la reelección sacaría de juego a Leonel de su carrera hacia la presidencia de la Republica; si la reelección no pasa, de cara al futuro, Danilo sale definitivamente de competencia para ser presidente, e independiente de que sea o no Leonel el candidato del PLD, gane o pierda las elecciones del 2020, saldría también del juego definitivamente de las pujas por las candidaturas presidenciales de ese partido. En la acera del espectro opositor, si sus integrantes no se unen, sus posibilidades de ganar las elecciones del 20 serán prácticamente nulas, y de cara al 24 todos tenderían a ser más pequeños de cuanto son hoy.
En su fratricida lucha, los dos principales grupos al interior del PLD impidieron que este se desarrollase como partido, bloqueando toda posibilidad de alternancia en el poder de la militancia al mantener todos los dirigentes en sus puestos de mandos y la única modificación en la cantidad y puestos en los órganos de dirección se hace integrando nuevos miembros que mayoritariamente representan al jefe/grupo de mayor poder. Una práctica/aberración que ni siquiera en de los regímenes totalitarios de partido único se registra. Desaparecido uno o los dos principales jefes/facciones, se plantearía una modificación de ese aberrante método de no alternancia en los órganos de dirección que produciría en deshielo en esa colectividad política de imprevisible impacto.
No existe una medición de indicadores que permitan sostener objetivamente que los gobiernos del PLD han sido los que más daño han hecho a este país o que ese daño, en términos estructurales, haya sido peor que el causado por la dictadura de Trujillo. Sin embargo, en esta época de medición de indicadores sobre calidad de vida, o desarrollo humano, ha sido en los gobiernos de ese partido, en relación con la casi totalidad de países del mundo, cuando esta sociedad ha llegado a los peores grados de deterioro de los valores y pilares fundamentales que sustentan las estructuras de cualquier sociedad. Mientras más dure el PLD en el poder, no solo se acentuará la tendencia hacia la degradación política, moral, social, e institucional de esta sociedad sino también la permanente pequeñez de los partidos pequeños (actuales y por surgir) e incapacidad del PRM de salir de las rémoras internas que lo lastran.
Por diversos motivos, estas últimas componentes políticas no han calibrado correctamente esa realidad y, a pesar de plausibles gestos de algunos, mantienen una actitud esencialmente igual a la mantenida durante los años 2008/12 y 2012/16 que, más tres del 2016/18, son 11 años perdidos en ara de la quimera. Es loable que se unan algunos pequeños para presentar candidaturas congresuales y municipales comunes, pero eso puede ser insuficiente para que esos partidos logren una determinate; sólo una unidad de toda la oposición puede alcanzar una representación congresual y municipal que posibilite la escogencia, mediante un método consensuado, de una candidatura presidencial unitaria capaz de producir político un 2020 sustancialmente diferente al 12 y 16.
Por otro lado, la unión de los pequeños, que puede no ser de todos, para candidaturas comunes, puede darles un mayor margen para ganar algunos puestos en el Congreso y en los municipios al no competir entre ellos, pero la realidad dice que ellos competirían con candidatos del PLD, que no todos son malos, sino también con los del PRM, que presentaría muchos que son realmente buenos. Los recursos de estos dos últimos partidos son prácticamente infinitos frente a los disponibles de los llamados alternativos y esa circunstancia, además de los buenos candidatos que tanto el PLD como el PRM podrían presentar, podrían limitar significativamente la representación de los llamados alternativos.
Hay otro elemento a considerar, si en verdad se quiere sacar al PLD del poder y si en verdad ningún sector de la oposición por sí solo lo puede hacer, como muchos alternativos afirman y argumentan ampliamente en privado y a veces hasta en público, lo sensato es desarrollar una estrategia unitaria sin exclusiones, razonablemente, que comience con plantearse las candidaturas menores sin perder de vista la presidencial, que no es cualquier cosa. Es la clave para el impulso de cualquier cambio de rumbo. Ese sería el momento de las discusiones sobre el Congreso y municipios que queremos, sobre las ideas que queremos desarrollar allí y sobre el país que queremos, si en ese proceso no hay acuerdo, resignémonos a tener un 2020 igual a los anteriores 12/16. Pero antes de tirar la toalla intentémoslo.
Si avanza el tiempo, se fortalecerán las aspiraciones de varias candidaturas congresuales y municipales, de propios y ajenos, con el consiguiente activismo, empleo de tiempo y dinero para lograr esas aspiraciones, lo cual haría más cuesta arriba un acuerdo unitario lo suficientemente amplio que permite desbancar al PLD del poder y que provoque un nuevo escenario para la lucha por objetivos de mayor calado que los que se pueden lograr en la presente coyuntura. Las aspiraciones de ocupar puestos de mando son realidades de la lucha política, de la socialización y aunque con naturales gradaciones, del instinto que en gran medida dan sentido a la lucha política de las militancias, independientemente de los signos políticos de estas.
Estas cuestiones dificultan la toma de decisiones política, sobre todo cuando estas decisiones conciernen a los temas de unidad con otras fuerzas políticas. Los liderazgos se consolidan o se deterioran irremediablemente si no logran situar los intereses grupales y hasta personales en ara de objetivos trascendentes. Lograr que este 2019 político sea el año que evite que en el próximo 2020 no se repitan los 20016 y 2012 es el objetivo primario de todo aquel que se precie de tener sentido de responsabilidad política.