A través de la historia, el Estado dominicano ha sido clientelar y corrupto. Corrupto porque siempre un grupo ha usurpado de manera burda los recursos públicos. En la época de dictadura, era un pequeño grupo; luego, con la apertura política a partir de 1978, la corrupción se amplió. A más políticos, más corrupción.
Un Estado corrupto es clientelar por una sencilla razón: los recursos no alcanzan para desarrollar una noción de derechos ciudadanos. En su lugar, se desarrolla la relación clientelar: la población recibe beneficios limitados como dádivas del Estado y en retorno desarrolla lealtades políticas, y la cadena de beneficios y apoyos se promueve y mantiene.
Hay programas sociales, pero son muy limitados en su cobertura y calidad. Por eso en este país hemos heredado un Estado con una gran deuda social, un Estado con grandes déficits en su cobertura social. Por eso este país, aunque haya crecido durante los últimos cincuenta años, y sea de los que más crece en América Latina años tras años, no muestra buenos índices de desarrollo social.
El costo de este sistema es altísimo para la población, y fomenta la corrupción, la ineficiencia, la holgazanería y el atraso
A partir de 2004, el gobierno de Leonel Fernández se propuso establecer un Estado Asistencial mediante la ampliación de programas sociales. Se impulsó el programa Solidaridad, tal cual ocurría en otros países de América Latina. Pero es a partir de 2012 con la llegada de Danilo Medina al poder que se amplía el Estado Asistencial, que ha tenido como buque insignia el 4% del PIB para la educación, y la consecuente tanda extendida que representa un importante subsidio a las familias de escasos recursos.
En su discurso de toma de posesión este martes 16, el presidente Danilo Medina habló de diversos planes del gobierno que apuntalan hacia una ampliación del Estado Asistencial. Pero lograrlo será muy difícil si no se desmonta el Estado Clientelar. La razón es muy simple: no hay dinero para tanto. Si el gobierno desea destinar más recursos a salud, educación, vivienda, transporte y otros servicios públicos, tiene que hacer la administración pública más eficiente, menos corrupta, menos clientelar.
Con el nivel de endeudamiento público que ya existe, no es posible seguir tomando prestado para cubrir gastos corrientes del Estado. ¿Y dónde recortar? ¿En los servicios sociales o en las nóminas y nominillas?
Además, existe el riesgo real de que el Estado Asistencial actual colapse si se produce una crisis de deuda externa que imponga grandes ajustes fiscales.
Las sociedades desarrolladas que han alcanzado un Estado de Bienestar lo hicieron desmontando el Estado Clientelar y la corrupción para liberar recursos que pudieran invertirse en programas sociales de forma institucional. La ciudadanía comenzó a ver esos programas como derechos, no como dádivas.
República Dominicana está muy lejos de tener un Estado de Bienestar, pero incluso mantener el Estado Asistencial impone cambios al Estado Clientelar.
La administración pública no puede seguir siendo el mecanismo de enriquecimiento de muchos activistas políticos de partidos y partiditos. Los ministerios y demás instituciones no pueden seguir siendo feudos de dirigentes políticos que utilizan el poder para usufructuar.
El costo de este sistema es altísimo para la población, y fomenta la corrupción, la ineficiencia, la holgazanería y el atraso.
Este país necesita un funcionariado público competente. Una empleomanía ajustada a las necesidades para cumplir funciones de servicios públicos a la población. Necesita que se apliquen las leyes, no que reine la impunidad.
Con 10 ministerios, no 21, sería suficiente. Con 10 provincias y 50 municipios bastaría. Cien diputados sin senadores podrían perfectamente hacer la labor legislativa. Pero nadie le pone el cascabel al gato.
Artículo publicado en el periódico HOY