Un alto dirigente político, Carlos Sánchez, de Alianza por la Democracia, ha descubierto el hilo en bollito: “El Estado dominicano se comporta como Estado confesional, semejante a los Estados religiosos”. Habla del único “Estado” que nace, con nombre religioso, de espaldas al liberalismo avanzado; cuyos fundadores juraron por Padre, Hijo y Espíritu Santo; que enarbola (¡Ni siquiera el Vaticano!) la Biblia como identidad, y cuyos únicos impulsores del laicismo, Espaillat y Bosch, fueron derrocados a meses de llegar al poder. (Entonces, ¿es extraño que tantos politiqueros acojan el chantaje clerical en lo del aborto?).